La flor de Zidane
Un campeonato tan largo como La Liga rara vez se resuelve con una injusticia. El equipo de Zidane puso en La Rosaleda el broche a la victoria más coral que se recuerda en la parroquia madridista. El fantasma de Tenerife rondaba alrededor del autobús blanco minutos antes del partido, pero fue desviado hacia Barcelona de un plumazo en el minuto uno. Con la asistencia de Isco tras el regalo de la defensa del Málaga, Cristiano Ronaldo puso rumbo al título de campeones, recordándole al fantasma de las ligas pasadas que muchos de los jugadores de hoy apenas habían nacido cuando pasó lo de Tenerife. De los que estaban en el campo, solo Míchel se acordaba, y también esta vez le tocó perder.
Los goles del japonés Inui en Barcelona rebajaron aún más la tensión en Kroos, Modric y compañía, que volvieron a controlar el juego una vez más, dando esa sensación de que nada malo puede pasar cuando ellos están en el campo. Luis Enrique, que cada día recuerda más al peor Mourinho, lo fio todo a la “profesionalidad” de los jugadores del Málaga y se olvidó de que en frente tenía a un Eibar dolido y con ganas de complicarle la vida por aquel empate que cedieron ante el Depor y que mandaba a los vascos a Segunda. Al Barça le entraron las prisas y terminó ganando y evitando un ridículo final. Lucho se va en modo arrogante, cerrando su paso por el Barça con estas palabras: «Vine para ser un líder, lo he sido. Vine para ganar títulos, los he ganado. Me voy cuando yo quiero».
Zidane —que entiende de flores, pero no de arrogancia— ha repartido la responsabilidad y los minutos de la competición entre todos los jugadores, haciendo una excelente gestión de la plantilla que ha llevado a todo el equipo en plena forma y extramotivados al final de la temporada. Entre sus muchos aciertos está el haber conseguido que Isco prescinda de ese último regate que casi siempre le sobraba, como el buen escritor entiende que esa frase tan brillante hay que tacharla para favorecer el resultado final. El malagueño, campeón de Liga en su tierra y en el mejor estado de forma de su carrera, acabó la tarde con un brillo en los ojos que no pudieron eclipsar ni las mechas de Cristiano Ronaldo.
Otro de los sellos de Zidane en este equipo, quizá el más importante, es la alegría de jugar, esa alegría que el galo llevaba en sus botas como jugador y que ha sabido transmitir a sus jugadores. Tras la derrota en casa contra el Barcelona, el Madrid nunca se puso nervioso y siguió jugando con el mismo desparpajo y las mismas rotaciones, siguió alegre y siguió ganando, en casa contra Valencia y Sevilla, y en las salidas a Coruña, Granada, Vigo y Málaga. Ahora, a la espera de lo que pase en Cardiff, las flores de este mes de mayo están adornando Madrid con una merecida victoria liguera. Y entre todas esas flores está Zidane, la flor de la serenidad. La flor del Madrid.