Firmeza, prudencia y generación de confianza

Firmeza, prudencia y generación de confianza
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Vivimos momentos muy complicados, durísimos, debido al impacto que el coronavirus está teniendo en la vida de cada uno de nosotros. Por supuesto, lo que hay que lamentar son los fallecimientos que se han producido a causa de dicha enfermedad, pues cada vida es un tesoro. Todos los recursos que sean precisos para garantizar la mejor atención sanitaria deben movilizarse. Madrid, la región más afectada por el virus, cuenta, gracias a Dios, con una gran red sanitaria pública y privada. De hecho, la red pública fue revolucionada hace algunos años gracias a la apuesta decidida de Esperanza Aguirre y de sus gobiernos (a los que siguió los de Ignacio González) por la apertura de muchos nuevos hospitales (doce, concretamente), múltiples centros de salud y el incremento de la plantilla de médicos y enfermeros. Gracias a esa previsión hoy el riesgo de colapso ante la pandemia es algo menor, aunque lo hay, de manera que imaginemos si no se hubiese realizado todo el esfuerzo inversor impulsado por Aguirre.

Por otra parte, nos encontramos con el terrible impacto económico que está sufriendo la economía, y ello se debe a la incertidumbre generada por no ser del todo claros en la narración de lo que sucede. Durante tiempo no se ha dado información suficiente y de la noche a la mañana el ministerio de Sanidad pasó de no dar mucha importancia a los sucesos a pedirle a la Comunidad de Madrid que cerrase los centros educativos. El pasar de la nada al todo en menos de veinticuatro horas genera alarmismo. Si las medidas se hubiesen planeado y contado desde el principio, se podría haber moderado no sé si el contagio del coronavirus, pero, al menos, sí el del virus del pánico y la histeria entre la sociedad y en el conjunto de la economía.

Debe haber claridad, determinación, toda la contundencia necesaria y nada de alarmismo injustificado. Debe explicarse si es realmente letal o no el virus -parece que no, dado el tratamiento a la inmensa mayoría de afectados, pero si lo fuere habría que indicarlo para extremar todavía más el cuidado, al tiempo que se trabajase en encontrar una solución. Como gracias a Dios parece que no es letal para la inmensa mayoría de la población, hay que explicar si las medidas que se toman son porque es de rápido contagio, pero leve impacto en la salud en la mayoría de los casos, y que se adoptan para evitar que enferme mucha parte de la población a la vez y se colapse el sistema sanitario. Y que es probable que por la evolución de infectados haya que extremarlas, pero explicándolo para que no cunda el alarmismo. Debe detallarse el escenario con la previsión de incremento exponencial de infectados en las próximas semanas, para informar y decirle a la población que seamos cautos y cumplamos con las precauciones recomendadas, para tratar de evitar que crezca más esa curva de infección, pero que no se alarmen al ver que crecen, porque es el proceso de transmisión de la enfermedad, que se presenta tras unos días. Y debe ponerse sobre la mesa la manera en la que se piensa actuar.

Necesitamos que se transmita confianza. Confianza no es negar la realidad, sino afrontarla, con un plan claro, con información concreta, que por dura que sea tranquilizará más que la histeria desatada por el desconcierto informativo, huyendo del alarmismo que se genera también muchas veces por los medios de comunicación. Hay que estar alerta, ser responsables y prudentes, poner de nuestra parte para no contagiarnos y si lo hacemos, seguir las instrucciones sanitarias, pero no ser alarmistas. O se hace así y se genera confianza o la economía se dañará estructuralmente de forma severa.

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