La Feria del Libro son los padres

La Feria del Libro son los padres

El calor de estas fechas suele traer consigo la llegada de la Feria del Libro de Madrid, un gran escaparate en el que fácilmente uno puede ver firmando ejemplares en las casetas a todo tipo de gente, que poco o nada tienen que ver con la cultura. No falta en los informativos de televisión, especialmente en las ediciones del fin de semana, al menos un vídeo que destaque la multitud de visitantes, los planos del Paseo de Coches del Retiro atestado de gente, el presentador de televisión del momento estampando su firma en la cubierta de un tocho donde su nombre luce en letras mayúsculas gigantes. No faltan tampoco las alusiones al leve repunte de las ventas a pesar de la crisis del sector del libro, todo mezclado con más y más caras conocidas que sonríen y firman más y más ejemplares de otro mamotreto que jamás sospecharon que iban a escribir.

Felipe y Letizia ya se han dado una vuelta por la feria, y la generosidad de libreros y editores les ha hecho volver a palacio cargados de regalos, cual niños después de una cabalgata de reyes, de otros reyes. Ellos, alumnos aventajados en la asignatura de Campechanía, intentaron pagar, pero ya se sabe: reyes, libros, regalos… La Feria da tan buena prensa a los políticos que difícilmente evitarán una visita a las casetas; los más jóvenes —Iglesias o Rivera— hasta se atreven a firmar libros, mientras que los de toda la vida –mucho más resabiados– entienden que es una pérdida de tiempo y solo acarrea preguntas incómodas de los que hacen cola para recibir el autógrafo; mucho mejor pasear sonriente, y a ser posible hacerse la foto con el escritor de moda, este año me temo que le toca a Fernando Aramburu.

De fotos y sonrisas sabe mucho el ministro Méndez de Vigo. Hace unos días recomendaba en rueda de prensa visitar la feria del libro: “Asistir a las firmas de nuestros autores favoritos y comprar algún libro, ya que estos nos permiten viajar». Asistir. Comprar. De leer no dijo nada. Leer es algo de otra época, como las asignaturas de Filosofía y Literatura Universal, eliminadas hace poco de segundo de Bachillerato —al menos en Madrid—. Uno puede llegar hoy en día a la tierna edad de dieciocho años sin tener ni idea de quiénes fueron Dostoievski, Goethe o Platón. Cervantes al menos les sonará, aunque solo sea como nombre de una calle o una cafetería.

La única esperanza para que sigan naciendo jóvenes lectores es que ellos mismos tomen los libros como algo prohibido, un poco a lo Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, chicos, apuntad ese nombre), aunque solo sea por el placer de ir contra este sistema educativo deshumanizado. Pero hablamos de la Feria, y feria –y vanidades, cómo no– tenemos de sobra en el Parque del Retiro durante estas semanas. Y famosos, cocineros, actores, modelos, presentadores, cantantes, coaches, deportistas, incluso algún que otro escritor. El volumen de negocio de estos días hará que muchas librerías salven el año, solo por eso merece la pena pasar por allí a deleitarse con toda la montaña de vanidad que recubre las casetas. Luego, muy por debajo de todo esto, está la literatura.

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