La farsa del separatismo catalán
No se engañen, el objetivo del separatismo catalán no es la independencia, sino la impunidad y el dominio absoluto sobre las tierras de habla catalana. Quiere tener carta blanca para imponer la que considera su lengua fetiche y su visión supremacista de la vida sobre los millones de españoles no nacionalistas que viven en las comunidades autónomas que los sufren. Pero nada más. Fíjense cómo en cinco años han pasado de exigir la República Catalana a luchar por conseguir un puesto en la Mesa del Congreso. Esta es la realidad del independentismo, el chollo, los sueldos gigantescos y carta blanca para desterrar la lengua española en Cataluña, Baleares, Valencia y la franja oriental de Aragón.
Insisto: han pasado de sacar centenares de miles de personas a la calle cada dos por tres para exigir que se cumpliera la proclamación de una República Catalana para centrar sus esfuerzos en conseguir una vicepresidencia o una secretaria en el Congreso. O repetir el referéndum que, según ellos, ya hicieron el 1 de octubre de 2017. La degradación de sus demandas va de forma pareja a la conformación en toda España de una fuerza cada vez más potente en contra del separatismo. Sánchez podrá gobernar, pero hay más de medio país que abomina de la coalición Frankenstein. Puede conseguir – tal vez – una mayoría parlamentaria para la investidura, gracias al sistema electoral, pero no tiene una mayoría social en el país.
El separatismo catalán está viendo que tiene que intentar mantener a Pedro Sánchez en el poder, porque la España que se opone a su supremacismo – y que incluye a muchos catalanes no independentistas – está creciendo electoralmente, tal y como se vio el 23J. El secesionismo de Sumar y ERC, incluso el de la CUP, tiene claro que el «plantaremos cara» pasa por apoyar a un gobierno socialista. Medio Junts per Catalunya también está en esta pomada, y solo el fanatismo lunático de Carles Puigdemont impide la unidad de acción del independentismo como sostén de Sánchez como líder de un nuevo Frente Popular. Recordemos que el PSC es el aliado de todo tipo de partidos separatistas en docenas de ayuntamientos y en tres de las cuatro diputaciones provinciales catalanas.
A nivel local ya se ha consolidado esa alianza que ha pasado por perdonar a los socialistas catalanes su apoyo al artículo 155 de la Constitución. Han dejado de ser considerados un «partido del 155» para integrarse dentro del paisaje político del separatismo. El PSC es un socio útil para seguir manteniendo a miles y miles de enchufados. Como ERC, Junts y la CUP a veces no se ponen de acuerdo, tiran del PSC y Sumar, a los que ya consideran compañeros de viaje, como árbitros para sus disputas. A fin de cuentas, mientras los españoles les paguemos la fiesta a los separatistas, hay chollo para todos. Y los socialistas son un aliado clave para continuar el despilfarro independentista: el siguiente objetivo es que el Gobierno de España condone los 70.000 millones de euros del FLA que han malgastado los sucesivos gobiernos secesionistas. Por eso es imprescindible conformar una mayoría alternativa a la de Sánchez, para acabar con el expolio separatista de las arcas públicas.