‘Fake News’ in Catalonia
“Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa, el despertar”. Valgan los versos de Antonio Machado para subrayar lo verdaderamente relevante que está aconteciendo, tras su interrumpido delirio, en la vida y obra de los golpistas del 1-0: la prisión preventiva —sea Estremera o Neumünster—, el procesamiento judicial, el acharratamiento de la nunca nacida República Indepdiente de la Estelada… ¿seguimos? Hagámoslo, pero por otra parte. Continuemos por la farsa que intentan perpetuar los derrotados independentistas, que han llegado recientemente, en un extremo revelado por OKDIARIO, al esperpento de usar robots para difundir historias sobre supuestos abuelos enfermos preocupados por la salud… del mártir Puigdemont.
Estrafalario sí, pero nada sorprendente. Porque la historia del procés es un monumento a las fake news en Cataluña, una operación grotesta de desinformación y propaganda apoyada entre otros actores… por la Rusia de Putin. Los medios de comunicación afines a los intereses del Kremlin empezaron hace meses su loca carrera acusando al Gobierno y la justicia española de producir actos de represión violenta e injustificada, de desplegar inopinadamente medios paramilitares en Barcelona, de provocar una situación próxima a la guerra civil, de sacar partido de la indolente complacencia de las instituciones de Bruselas y Estrasburgo. Luego proclamaron la “primavera catalana”, loando las numerosas acciones llevadas a cabo en el plano político y social que hoy están siendo objeto de procesos por delitos de sedición o rebelión —en otros países serían alta traición—.
En esta montonera de bulos han dado cabida, en ridícula parábola, a “una primavera de Crimea que se traslada a los Pirineos”, o se han alzado contra la vulneración intolerable de un “derecho de expresión popular” ametrallado por lo visto desde Madrid. La guerra de información producida en parte desde Moscú no sólo ha ido encaminada a generar un marco en el que se propalan noticias de dudosa veracidad, sino a poner el foco sobre la figura de ‘agentes independientes’, activistas antiglobalización o militantes de diversas causas fuertemente ideologizados y radicalizados. Así, han sido permanentes los guiños de líderes globales en el ciberespacio como Edward Snowden o Julian Assange, que han llegado a referirse falsariamente a “una Tiananmen española”, comparando el 155 con la represión en la que en 1989 la dictadura china causó centenares de muertos (¡qué burrada!).
La oda a la mentira sigue hasta hoy. Desde numerosas cuentas robotizadas se viralizan mensajes en los que se remacha que “la Unión Europea se niega a actuar en Cataluña a pesar de que España viola los derechos humanos más básicos”, o que “el desafío de Cataluña es una bomba de relojería que puede destruir la Unón Europea”. Las guerrillas virtuales se han valido de sitios web con apariencia de diarios que siguen creando y alojando bulos, y luego lanzándolos creando un efecto ‘bola de nieve’. Algo natural: es harto frecuente que la cobardía se asocie al delito y vaya ligada a la mentira. El éxito consiste no en tener buenas cartas, sino en jugar bien las que uno tiene. Y los personajes menores que hoy aguardan la hora para sentarse en el banquillo las han echado, de trampa en trampa, de la peor manera posible. Así les está yendo.