Excalibur
A media tarde una furgoneta de la Complutense se llevaba a Excalibur, aquel perro que se hizo famoso por culpa del Ébola. Era octubre de 2014 y las autoridades sanitarias habían decidido sacrificarlo e incinerarlo. Muerto el perro se acabó la rabia, debieron pensar.
Tras algunas falsas alarmas por casos que fueron descartados y tres religiosos repatriados (aunque solo dos de ellos, que finalmente fallecieron, estaban contagiados), la dueña de Excalibur era la primera contagiada en suelo español. En menos de dos meses desde entonces, y a la espera de que una cooperante terminase la cuarentena, la OMS comunicó que España ya era considerado país libre de ébola.
Esas fueron las víctimas del Ébola, dos misioneros fallecidos y una mascota sacrificada, una muerte que a algunos pareció apenarles más que las de aquellos.
En aquella ocasión, entre gritos de “asesinos” y protestas de los Bardem y compañía, se llevaron a Excalibur y Sánchez exigía la dimisión de la ministra de Sanidad, acusaba a Rajoy de ir a “hacerse la foto” cuando visitaba el hospital, denunciaba su “espectáculo lamentable de incompetencia y desgobierno” y le exigía que explicase “por qué tardó casi una semana en reaccionar tras la aparición de un caso de infección” (así consta todavía en la web del PSOE).
Afortunadamente los españoles no son como Sánchez y él sí que recibe la unidad y lealtad que en 2014 no ofreció y que ahora reclama para vencer al virus.
Las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad (que ahora ve imprescindibles y antes superfluas), Administraciones, oposición, sindicatos, empresarios, sanitarios, cajeras, transportistas, y todos los ciudadanos en general, desde Amancio Ortega hasta perico el de los palotes, suman esfuerzos y nos quedaremos en casa, obedeceremos al BOE, cumpliremos cuarentenas y haremos lo que los técnicos y sanitarios nos digan. En las manos de estos estamos y solo nos queda cumplir y agradecer con nuestro diario aplauso su dedicación.
Pero unidad y lealtad no es un cheque en blanco para su agenda política o una cortina de humo para tapar errores pasados o futuros. La lealtad es institucional, no personal; y la unidad tiene un fin, vencer al virus, no cerrar los ojos ante imprevisiones, negligencias o incompetencias.
Sánchez e Iglesias prefirieron sectarismo a responsabilidad el 8M y hoy reciben responsabilidad en vez de sectarismo. No sé si los españoles tenemos el Gobierno que nos merecemos pero desde luego, una vez más, el Gobierno tiene el pueblo que no se merece.