El Estado por la ventana, que vienen elecciones

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Desde Fortes hasta Wyoming, ya tenemos al periodismo orgánico dándolo todo. Como último ejemplo, su versión de la pitada “al presidente socialista” el pasado 12 de octubre. Quieren que sepamos, por si a alguno se le escapa, que, tanto a Sánchez como a Zapatero, se les silba por ser socialistas; no por ser los peores presidentes que ha tenido España, ni por aliarse con los faltones nacionalistas que, con su ausencia año tras año, desprecian lo que ese día celebramos.

Lo que, ciertamente, no podemos saber ni demostrar es si el abucheo que recibe Sánchez, cada vez que pisa la calle, representa el sentir general de los españoles o sólo es el de una minoría. Pero lo sabremos. Las urnas nos dirán si las protestas reflejan un clamor popular que se desata nada más ver a su sanchidad o sólo es el griterío de unos pocos folloneros. Y por eso, porque nada mejor que las urnas para saber si sólo es ruido o también hay nueces, la Moncloa ya está en modo electoral.

Allí saben que para seguir en la pomada tendrían que gobernar bien o, como diría Yolanda, hacer cosas chulísimas. Pero si eso no se ha hecho ni son capaces de hacerlo, siempre queda la posibilidad de aparentarlo. Para ello, basta controlar el relato y sacar el talonario. Y en eso estamos.

Controlados el INE y el CIS, tomada RTVE, y mimados por ese periodismo orgánico tan generosamente subvencionado, ahora Sánchez tira el Estado por la ventana y nos trae los Presupuestos, según él, más sociales de la historia. Si por social se entiende que las generaciones actuales nos gastemos lo de las futuras y favorezcamos derechos sociales hoy poniendo en riesgo los de mañana, entonces sí que son sociales. Pero de responsables o, como gusta decir, sostenibles, más bien poco.

Lo que sí son, sin duda, es los más electorales, porque nos endeudaremos para beneficiar a los grandes grupos del electorado, se aumenta el gasto público en publicidad institucional en año electoral y se reservan 15.000 millones para medidas anticrisis que ya veremos en que se emplean durante dicho año.

Pero no seamos malpensados. Ningún pensionista o funcionario va a votar al PSOE porque hayan decidido subir las pensiones o los sueldos públicos, nos explicaba el presidente desde el Congreso este jueves. Ojalá tenga razón y nadie venda su alma al diablo, o su voto a Sánchez, por unos euros aquí o allá.

Pero los estrategas saben que, aunque es difícil que el electorado premie por recibir, también es fácil que castigue por quitar. Quizá no aumenten los votos al PSOE todo lo que les gustaría por subir sueldos y pensiones, pero sí disminuirían sino se cumpliesen las expectativas creadas. Quizá con las subidas no se obtengan votos, pero se evita su perdida y las críticas entre los grandes colectivos electorales. Y entre ser responsables y asegurarse algunos votos, ya sabemos qué ha elegido el Gobierno: tirar el Estado por la ventana a costa del presupuesto público.

Y, en esta ocasión, a lo mejor tenía razón Carmen Calvo cuando decía aquello de que el dinero público no es de nadie; claro, de nadie que haya nacido todavía porque esta campaña electoral, querido lector, no la pagará usted, sino sus hijos o sus nietos. El que venga detrás que arree.

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