España cabalga por las praderas del endeudamiento
¡Y deuda mansa, deuda brava! En condiciones normales, cuando se crece económicamente de forma robusta, mejora la situación financiera y la deuda se calma. Así es, al menos en teoría. Toda empresa que ve fortalecidos sus ingresos, con márgenes remuneradores, con templanza en los gastos, tonifica sus resultados y los excedentes que va generando le sirven para acrecentar sus recursos propios, reducir sus niveles de endeudamiento y ordenar sus finanzas.
Sin embargo, la deuda pública de España, la que computa a los efectos del protocolo de déficit excesivo, parece que cabalga bravamente por las praderas del endeudamiento.¡Atentos, pues, no sea que nos peguemos una bofetada! A 30 de septiembre pasado, nuestra deuda pública ascendía a 1.174.917 millones de euros. Si esto es malo, peor aún es percatarse de sendos aspectos. El primero de ellos es que, por más que se loe desde las instancias oficiales la andadura económica de España y que se destaque su solvencia, la realidad, a través de los indicadores económicos y de la confianza de consumidores, directivos y empresarios, se impone y se palpa la pérdida de aceleración de la economía española. Veremos qué pasa con nuestro producto interior bruto en 2018.
Porque cualquier pérdida del paso económico, o sea, que el crecimiento final del PIB se quede por debajo de las lozanas perspectivas trazadas, implicaría que el porcentaje de nuestra deuda pública sobre el Producto Interior Bruto (PIB) sobrepase la actual cota de deuda sobre PIB, que ya supera el 98%, para apuntar hacia el 99%. Entraríamos en situación incómoda y, si se apura, enrevesada porque nuestra deuda pública a los efectos del protocolo de déficit excesivo se acercaría peligrosamente a ese abominable y peliagudo nivel del 99% y los rugidos de los leones acreedores harían estremecer a cualquiera.
En tal caso, las alarmas sobre la deuda española se dispararían y en el baile de la prima de riesgo Italia y España formarían un inquietante dúo que pondría en tela de juicio las finanzas de las economías periféricas. Los acreedores internacionales extremarían sus cuitas y, en consecuencia, el coste de nuestro endeudamiento se encarecería. A mayor abundamiento, está próximo el momento en el que el Banco Central Europeo (BCE) pondrá fin a su complaciente política de estímulos monetarios. Mal, pues, porque estos años de teórica bonanza económica no han sido aprovechados por nuestros gobernantes para enderezar el rumbo torcido de nuestras finanzas públicas.
El segundo aspecto que considerar es el inherente a que desde 31 de diciembre de 2017 a 30 de septiembre de 2018, la deuda pública ha aumentado en más de 30.000 millones de euros. El saldo de nuestra deuda pública, siempre a efectos del protocolo de déficit excesivo, al cierre de 2017 ascendía a 1.144.425 millones de euros y a 30 de septiembre a la antedicha suma de 1.174.917 millones. Esos 30.000 millones de euros de mayor endeudamiento dejan entrever hacia dónde apuntan los tiros del déficit público en lo que llevamos del año 2018 y presuponer que de nuevo en 2018 seguiremos por la senda del desequilibrio de nuestras finanzas públicas.
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