Escrivá impone al Banco de España la obediencia ciega al Gobierno
Parece evidente que el principal motivo por el que Pedro Sánchez decidió que José Luis Escrivá pasara directamente del Gobierno al cargo de gobernador del Banco de España es garantizarse el apoyo del instituto emisor a sus políticas económicas. El grado de autonomía del que hasta hace nada hacía gala el Banco de España, de la mano de Pablo Hernández de Cos, era demasiado para un presidente del Gobierno que no consiente que haya ninguna institución que vaya por libre, con el riesgo de contradecirle o ponerle, sencillamente, en evidencia. El Banco de España lo hizo en alguna ocasión y fue precisamente José Luis Escrivá el que, en nombre del Gobierno, salió de forma abrupta a discutir sus informes y estudios.
Eso ya no ocurrirá a partir de ahora, puesto que el nuevo gobernador se encargará de visar todo documento de trabajo que pueda comprometer a Pedro Sánchez. El reputado servicio de estudios del organismo será controlado con mano rígida y quedará convertido en una mera central de datos cuya interpretación le será vetada por la máxima autoridad, esto es por el propio Escrivá a través de personas de su estricta confianza. Será lo primero que acometa el nuevo gobernador: garantizar que no haya documento o informe alguno en el que se ose verter opinión que pueda apartarse de la línea gubernamental. O sea, obediencia ciega y discrepancia nula. Es lo mismo que hizo Sánchez con el INE: desde su control no ha habido dato que no haya sido recibido por el Gobierno con indisimulada satisfacción. Un milagro estadístico en toda regla.
Escrivá en el Banco de España le garantiza a Pedro Sánchez la tranquilidad de no tener que llevarse un disgusto de más. No es poca cosa. En realidad, es muchísimo. Porque a partir de ahora el Gobierno siempre podrá decir aquello de que «nuestras políticas económicas vienen avaladas por el Banco de España».