Primera línea

El emérito y Felipe VI

El emérito y Felipe VI

Al morir Franco, el 20 de noviembre de 1975, lo que heredó Juan Carlos I, hoy emérito, fue la corona de soberano absolutista, como en los viejos días  desde la Edad Media hasta el siglo XVIII y en el caso del zar Nicolás hasta la revolución bolchevique de 1917. Rodeado de providenciales consejeros, y a su vez él mismo consciente de los nuevos tiempos, su primer gesto para caminar hacia un sistema democrático fue renunciar a su máximo privilegio que era reinar como gobernante en definitiva. La izquierda cobarde siempre exceptuando al Partido Comunista y el sindicato Comisiones Obreras, nada tuvo que ver, los años iniciales, en la construcción del proceso. Pero nada.

Esa misma izquierda, que hoy encarna el PSOE sanchista, antes zapaterista,  ERC, el PNV y Podemos (lo de Unidas es una completa gilipollez). Sólo ETA estaba por la revolución bolchevique, hoy travestida en EH-Bildu, y por eso mismo un auténtico peligro para la normalidad democrática. Siguen siendo lo que fueron aunque sin pistolas ni explosivos, blanqueados a fuego lento por un socialismo infame. Las cosas como son y deben ser contadas. Porque su letalidad, aunque en el presente sea de muerte social, sigue ahí.

Los que alcanzamos la mayoría de edad, con Franco en vida, sabemos que la sociedad española ya estaba instalada en el desarrollo económico, pieza clave para afrontar, con garantías, la transición. La izquierda cobarde salió de su ratonera, a partir de entonces; nunca antes. Lo sabemos bien porque fuimos testigos directos. De la misma manera que sabemos que conquistar la sanidad pública (¡sin IRPF!), la firme defensa del trabajador y las pagas extras de julio y diciembre ya fueron reconocidas por el régimen y por eso sabemos que en absoluto, fue una conquista del PSOE, como se ha querido vender. Algo que desea silenciar la Ley de Memoria Democrática. 

La basura maloliente siempre es basura al desnudo.

Conquistada la democracia parlamentaria, después de cuatro décadas se ha visto ahora cuestionada por la izquierda cobarde. El Reino de España lleva décadas formando parte de la órbita de libertades que nos equipara con el entorno europeo: Dinamarca, Suecia, Noruega, Reino Unido y Bélgica. Es decir, seis de las democracias consolidadas del mundo desarrollado que en total solo alcanzan la veintena. Aunque Podemos, lo de Unidas lo mando directamente al carallo, en complicidad con el resto de izquierda cobarde se empeñe en deshacer el camino porque porfía la III República.

Juan Carlos I ha prestado incontables servicios al Reino de España. Debido a debilidades y errores constatados, pero que no han tenido consecuencias legales ciertas, ha acabado en el exilio impuesto por la izquierda cobarde y la impotencia de la Casa Real, secuestrada por el qué dirán. Una maniobra, orquestada e interesada por esa misma izquierda cobarde, que ha puesto el punto de mira en su hijo, Felipe VI, por ser el dique de contención que nos separa de una III República pongamos por caso con Pedro Sánchez elevado a presidente y la Yoli Díaz, en plan primera ministra. ¿Se lo imaginan?

No es casual, que pese a las constantes maniobras de la izquierda cobarde, las encuestas insistan en que el 70% de la población está por la Monarquía Parlamentaria. Porque Felipe VI es el último bastión que nos impedirá caer    en la insignificancia o peor aún, en la barbarie y pobreza postulada por una izquierda cobarde, ávida de una España subsidiada y clientelar.

Si fuésemos realmente europeos, es decir, un pueblo culto y crítico con sus gobernantes, a lo más tardar el 2023 acabaríamos con la izquierda cobarde.

En Baleares, concretamente en Mallorca, hemos tenido por costumbre vivir las vacaciones de agosto compartiéndolas con la Familia Real, mimetizada con nuestros ritmos y costumbres, convertida en vecinos nuestros, hasta el surgimiento de una contestación –hoy mismo minoritaria-, que ha asumido ser delegación de aquella izquierda cobarde incompatible con la transición.

Felipe VI, el Rey mejor preparado de nuestra historia, hoy está a merced de ser cautivo de una tribu de vividores a cuenta de nuestros impuestos. Solo eso. El mejor embajador de la marca España, obligado a permanecer mudo, hasta incluso forzosamente desaparecido, evitándose que sea el contrapeso a las indignidades en que se prodiga el llamado Gobierno de España.

¿Y en Baleares? El Pacte cargándose la economía de mercado paso a paso, mientras piensan que cantando La Internacional ganarán Eurovisión.

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