El descoletado de Vallecas

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La mayoría disfrutamos del jamón, pero nos costaría mucho presenciar la matanza de un cerdo. Los que no entran en esa mayoría o bien se ganan así la vida y no les queda otra, o bien tienen un corazón que no sufre. Humanizar a las bestias es el primer paso para convivir con ellas. Algunos de esa minoría se rebelan, sintiendo verdadera compasión por su suerte. Este podría haber sido el caso de aquel comunista que subió al estrado gritando como un loco que no estaba conforme con su mala suerte, su necesidad de esforzarse para tener pan en el bolsillo y lo injusto de no haber nacido rodeado de espejos de marcos dorados.

Un natural de la villa de Vallecas, criado sin límites como una bestia salvaje, echó un pulso a la pobreza y a la necesidad de trabajar. Trazó, en la trastienda de una universidad pública, un plan a la carta para este propósito personal. Con la crueldad del tigre abrió sus garras para espantar a todo aquel que se interpusiera en ese objetivo. Manipuló todo lo que encontró a su alcance y prometió que, si lo conseguía, se cortaría la coleta porque su faena habría acabado. La fuerza de su propuesta estaba en el desprecio y la repugnancia por lo que él quería conseguir. Se inventó unos valores adecuados para convencer a todo su entorno de que su proyecto irreversiblemente inmoral llegaría a buen puerto y de que podrían modificar la consideración habitual de la justicia social. ¿Cuál es la actitud ética correcta frente a las bestias?

Lucho, peleó, ensangrentó conciencias, provocó repudias, hizo ruido, mucho ruido, dio rienda suelta a toda su rabia, su resentimiento y, a golpe de arrebato, pudo hacerse con la vicepresidencia del Gobierno del país que él sentía que tan mal le había tratado. No se imaginen aquí ni por asomo a un caballo de carreras ni a toro de lidia. Menudo insulto para esas especies extraordinarias de la naturaleza. Siguiendo con la analogía con las bestias, vuelquen su imaginación hacia las hienas, esa especie carnívora que no respeta el ciclo de la vida y caza por deporte. Efectivamente fundó un partido político, a sabiendas de que dominaba las nuevas tecnologías de la comunicación y, por tanto, el poder de la opinión pública.

Conseguido su objetivo personal, el individuo se bajó del estrado. Ya no tenía nada por lo que luchar, podía relajarse y disfrutar de lo conseguido. Su aspecto cambió, comenzó a asearse, se cortó las greñas, se quitó las joyas de rapero de barrio y cerró su boca. Su pareja, una mujer que sólo imaginamos chillando estupideces, se debió sentir abandonada en una lucha que ya no tenía sentido, así que fue reduciendo igualmente sus apariciones para que el país se fuera olvidando también de ella.

Ahora aquella bestia comunista ya no necesita ver la sangre del cerdo, puede comer jamón servido por mayordomos de guantes blancos. Ha hecho dos apariciones desde entonces en actos vinculados a la universidad: Análisis de discursos ideológicos en las redes sociales. El caso de la comunicación política en red en España. Ciertamente de esto debe saber un rato, pues ha sido la plataforma que utilizó para desclasarse y entrar en el lugar de ninguna parte. Muchos seríamos incapaces de trabajar en un matadero, comprendo que al descoletado de Vallecas le repugne nuestra sensibilidad tanto como a nosotros su falta absoluta de valores.

No dejan de ser maneras de comprender el significado de la vida. Se oirán a esos niños por los jardines de Galapagar: “Papá, papá, ¿somos pobres?”. A lo que el excomunista responderá: “Hijo, ¿lleva papá coleta acaso?”, mientras la más falsa de las mujeres, encantada con la escena, podría decir: “Edgar, sírvanos un poco de jamón; de ese que parece plastilina, tan acorde con el color y la consistencia de este hogar”.

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