Cuidado, queréis una república, pero tendréis… ¿un califato?

Cataluña inmigración

Sí, parece exagerado, pero el odio irracional a lo español, Monarquía incluida, lleva gran penitencia. Es lo que tiene apoyar causas porque tus padres lo hacían, tu entorno juvenil, unos medios de comunicación adoctrinadores o esas profesoras (en Primaria, el 82,1%) tan pesadas de la escuela. Ellos dicen: los inmigrantes hispanohablantes que pasen por el aro o que se vayan. Pero, ¿qué sucedería si ese sueño húmedo de algunos fanáticos independentistas se hiciera realidad?

Renacimiento Demográfico (@ren_demográfico) en X vale la visita. Sobre todo si tienes ganas de deprimirte. Por ejemplo, Tárrega (Lérida) muestra una interesante estadística de bebés del 2021 por lugar de nacimiento de los padres. De España son (y ahí también se encuentran, lo siento, los de padres catalanes) el 48,4%, la madre, y el 49%, el padre. De fuera de España, el 51,6%, la madre, y el 49,7%, el padre. Del conjunto, el 34 % son africanos. Y Tárrega no es lo más extremo.

No se trata de demonizar ni de estigmatizar, pero, a la preocupación por las manifestaciones antisemitas en Europa se une a que la semana pasada varios alumnos musulmanes acosaron a una maestra en Francia por enseñarles un cuadro con desnudos en clase. No le extraña a nadie que tanto la profesora como la dirección del centro se acordaran del asesinato del profesor francés Samuel Paty en octubre de 2020. Esos delirantes independentistas que van diciendo que los «españoles» son tan diferentes de los catalanes, que esperen a ver qué es una sociedad de verdad diferente. Igual se tragan sus paranoias y sueñan con que vuelvan otra vez los mursianus.

Yo soy humanista y liberal, pero la prudencia es una virtud que siempre debe ir por delante. Sobre todo cuando se hacen experimentos sociales. Este mismo jueves, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, de Esquerra Republicana (la izquierda woke, con Comuns y la CUP), en un foro sobre la inmigración en Ginebra organizado por Acnur, afirmó su compromiso con la acogida de refugiados. Y Cataluña ha pasado en cuestión de años de ser el país de los seis millones al de los ocho millones con un 21% de inmigración. Según Albert Esteve, del Centre d’Estudis Demogràfics (CED), dependiente del Govern, Cataluña ha llegado a los ocho millones porque «el peso de la inmigración entre los jóvenes es más alto que nunca». Y la tendencia será la misma. 500.000 inmigrantes llegan al año a España y en torno al 25% irán a Cataluña. Para el Govern el problema no es la inmigración, sino «la gestión de la misma». Y yo casi podría darle bastante razón, pero, si hay motivos de inquietud viendo esa gestión en Suecia, por ejemplo, ¿cómo sentirnos tranquilos en una Cataluña donde el revanchismo histórico contra España es lo prioritario?

En Europa, el hartazgo de los ciudadanos por la inseguridad ha llevado a la instauración de gobiernos conservadores. La insostenible situación que se vive en el Maresme, por ejemplo, donde un grupo de once delincuentes reincidentes acumula más de 260 detenciones, ha puesto el tema, por fin, sobre la mesa. Hasta el partido del prófugo y golpista Carles Puigdemont ha tomado una postura que le acerca a formaciones como Vox o Aliança Catalana, que hace tiempo que exigen abordar esta cuestión. Sílvia Orriols marca el camino de Junts, pues la líder de Aliança Catalana ha pasado de ser criminalizada a condicionar parte de la agenda política del nacionalismo. Pero no los de ERC, dale que dale con la denuncia de la extrema derecha, como vimos insistir al conseller Elena.

Lo único que nos salvará será la realidad. Pero muy tarde, quizá.

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