Los cuentos de las cuentas de Sánchez
El Gobierno ha enviado a Bruselas el plan presupuestario de 2021, donde recoge sus estimaciones del cuadro macroeconómico junto con las líneas generales de la política fiscal que pretende aplicar a lo largo de dicho ejercicio. De su lectura no se desprende nada serio ni fiable, desgraciadamente, sino más propaganda del estilo de la que está acostumbrada a emplear el presidente Sánchez en nuestro país para tratar de convencernos de que realmente las ruedas son cuadradas:
- No es creíble la estimación de gasto, que excederá lo plasmado en el documento.
- Tampoco lo es la previsión de ingresos, poco clara en cuanto a las alzas tributarias que contempla, ya que salvo las mal llamadas tasas Google y Tobin y los impuestos medioambientales, junto con la subida de IVA reducido a general de las bebidas azucaradas, no especifica qué encierra la estimación de incremento por subida de impuestos directos e indirecto (página 53 del informe).
- Por la poca solidez de las dos estimaciones anteriores, no parece fácilmente alcanzable el objetivo de déficit, pese a su enorme desequilibrio.
- Por tanto, tampoco parece factible que la deuda no crezca todavía más del desbordamiento que ya tiene.
- Por último, la predicción de crecimiento económico que realiza el Gobierno es propio de “Alicia en el país de las maravillas”.
Son todo una colección de cuentos recopilados en un documento que trata de convencer a Bruselas de que la recuperación española está en marcha y más fuerte que nunca, cuando el cúmulo de desequilibrios económicos que la pésima gestión de Sánchez está provocando va a devastar nuestro tejido empresarial y productivo.
Siendo todo el documento de un optimismo superior incluso a los brotes verdes de Salgado en tiempos de Zapatero, las cifras son horrorosas y retratan, aunque dulcificada, la situación a la que el Gobierno nos está llevando: una caída del PIB del 11,2%, cuando el FMI estima un 12,8%, en línea con la estimación del Banco de España; una reducción de nuestro PIB potencial -el máximo nivel de crecimiento estructural que podemos alcanzar sin generar desequilibrios- que baja a casi la mitad, del 1,5% de 2019 al 0,8% de 2020, que muestra la destrucción acontecida en nuestra economía; un hundimiento del consumo (un 12,6%) y de la inversión (un 18,3%), que señalan la pérdida de poder adquisitivo y el deterioro de expectativas; una tasa de paro del 17,1%, que apenas mejorará en 2021; un déficit del 11,3%, que se mantendrá muy elevado en 2021 (un 7,7%); y una deuda del 118,8% en 2020, que pese a que el documento ofrezca una disminución leve para 2021, puede seguir incrementándose dicho cociente, porque la estimación de crecimiento del PIB para 2021 (7,2%, más otros 2,7 puntos que le suma por los fondos europeos, que es mucho sumar) es extremadamente optimista, de manera que si no se cumple el cociente de la deuda entre PIB crecerá.
¿Qué nos devuelven estos datos? Una pérdida de riqueza, medida por el PIB nominal (baja lo mismo que el real al aplicar el Gobierno un deflactor del PIB del 0%), de 139.417,6 millones de euros respecto a 2019. Es decir, Sánchez, con su política de destrucción empresarial generada por los cierres productivos y las restricciones arbitrarias, que provocan incertidumbre e inseguridad, ahuyentando el poco consumo e inversión que queda, va a hacer perder a la economía española sólo en un año algo equivalente a todos los fondos que España va a recibir de la UE, incluyendo la parte de préstamos.
Esa pérdida de riqueza se traduce en una destrucción de empleo en 2020 del 8,4% respecto a 2019, cuyo nivel se sitúa en 18,4 millones de ocupados a tiempo completo. Con ese retroceso porcentual que recoge el propio documento, se habrán destruido en España en 2020 1.545.600 puestos de trabajo. Es más, en 2021, ni siquiera las optimistas previsiones del Gobierno permitirán recuperar esos puestos de trabajo perdidos. En el mejor de los casos, con el efecto que calculan debido al uso de los fondos europeos, el año que viene todavía estaríamos 332.083 ocupados por debajo de la cifra de 2019.
Pese a que sus previsiones son optimistas, como digo, todo es un desastre. Lo visten de recuperación, pero es un cuento, que puede encerrar, además, el ataque a la sanidad y la educación privadas con la imposición del IVA del 21%, pues no sabemos qué esconde el incremento de recaudación calculado por impuestos indirectos (la mencionada página 53 del informe). Su cifra se corresponde con la estimada para la imposición de dicho tributo a la sanidad privada. Si decidiesen, finalmente, atropellar a la educación y sanidad privadas, atropellarían a sus propias cuentas, pues muchas personas dejarían de poder contratar esos servicios en la esfera privada y utilizarían la parte pública, con un incremento de coste que sería mucho mayor que la recaudación que pudiesen alcanzar aunque nadie se diese de baja de los operadores privados, pero que como muchos dejarían de usarlos, sería todavía menor la recaudación.
Son los cuentos de las cuentas de Sánchez, que nos venden un panorama precioso y almibarado cuando sólo hay tinieblas en el horizonte, que son las que ellos han provocado con su política de destrucción económica, empresarial y laboral.