¿Cuatripartito en Cataluña? Mátame, camión

Muchos nos alegramos cuando Pascual Maragall fue investido presidente de la Generalitat en 2003. Venía avalado por su gestión en el Ayuntamiento de Barcelona con hitos como la renovación de las estructuras viarias barcelonesas y los Juegos Olímpicos. Pero también marcó el inicio de los tripartitos con partidos de izquierda que escoraron aún más al PSC, que estrangularon el progreso social y político de Cataluña y convirtieron en un infierno la vida económica y fiscal de empresas y ciudadanos. Y ahora se habla, ya no de tripartitos, sino de cuatripartitos. Vamos, reeditaremos la coalición caótica y frankesteiniana de Pedro Sánchez en la Moncloa.
No es una buena expectativa de futuro. No sólo el catalán mira a Madrid cada vez con más envidia por haber implementado un sistema menos confiscatorio y más business friendly que Cataluña; es que la seguridad en las calles de Cataluña, con varios tiroteos y apuñalamientos en los últimos días, está peor que en la capital de España.
Son datos objetivos: la delincuencia en Cataluña ha mostrado un incremento general en los últimos años, aunque con variaciones por tipo de delito y período. Según datos oficiales del Ministerio del Interior, la tasa de criminalidad (infracciones penales por 1.000 habitantes) se ha mantenido estable en torno a 63-64 en 2023-2024, pero en términos absolutos, el número de delitos ha subido moderadamente, impulsado por ciberdelitos, tráfico de drogas y agresiones sexuales. En 2024, se registraron unas 510.000 infracciones penales, un ligero aumento (+0,1-0,3%) respecto a 2023. Sin embargo, en el primer semestre de 2024 hubo un repunte del 4,5% interanual, y en 2023 subió un 5,6-7,3% respecto a 2022.
Lo que está claro es que Cataluña lidera en España en volumen absoluto de delitos (21-22% de los nacionales). La percepción de inseguridad ha aumentado: el 55% de los catalanes sintió que empeoró en 2023. Factores como la multirreincidencia (hasta 58 detenciones por persona) y la inmigración se debaten políticamente, pero no parece que el Govern del PSC haya podido controlar, ni mucho menos revertir, la inseguridad en mi tierra.
Alianza Catalana viene apretando y los partidos de izquierdas sienten el frío hálito de lo que les espera. La más reciente encuesta de El Mundo le dio 14 diputados a AC, y, poco después, la de La Vanguardia, 19. La misma CUP, por ejemplo, en la perfecta irrelevancia que le dan su cuatro o cinco diputados, acelera su acercamiento al PSC sabiendo que su único futuro está en una gran alianza de partidos de izquierdas.
«Todos tenemos clarísimo que pactaríamos con el diablo por determinadas cuestiones», llegó a decir el cupaire Xavier Pellicer en una entrevista para Nació. Ahora bien, en ámbitos municipales y rurales, a la CUP ya no le parecen tan mal las críticas al crecimiento demográfico, o sea, la inmigración.
Incluso hemos visto recientemente cómo la CUP de Gerona criticaba la Cataluña de los diez millones. El problema de este cambio de discurso es que se le ve mucho el plumero. Se nota la fuerza y confianza del tsunami de Orriols en esta Cataluña interior. Que quedó reflejada, por cierto, en una entrevista que le hicieron hace unos días a la ex alcaldesa de Ripoll en RAC1. Ante las presiones de una Mónica Terribas en momentos muy bajos, Orriols le espetó: «Si no me dejan explicarme, yo me voy, no tengo ninguna necesidad de estar en RAC1, son ustedes los que me han llamado».
En RAC1, ¿entienden? Hacía siglos que no caía una bomba como ésta en los medios subvencionadísimos de Cataluña.