Un balance con mucha historia

Un balance con mucha historia

Muchos de nosotros nacimos y crecimos, llegando a la madurez, con él. Forma parte de nuestras vidas y si él va bien, todos vamos por el buen camino. Recuerdo todavía, cuando apenas era un tierno chaval, que mis abuelos maternos me llevaron al recién inaugurado centro comercial de El Corte Inglés en Barcelona. Eso era en septiembre de 1962. Otra Barcelona y todo un acontecimiento social y ciudadano. Las gentes explicaban la obra y las proezas de aquel establecimiento que plantaba cara a todo un clásico del comercio barcelonés: los almacenes Jorba, Can Jorba, como decimos, o decíamos, los catalanes. Desde distintas poblaciones, se organizaban excursiones para visitar y comprar en El Corte Inglés de la inconfundible Plaza Cataluña, hoy Catalunya. Era un espectáculo que maravillaba. Llegaban las Navidades de 1962, con copiosas nevadas, y ahí estaba la iluminación esplendorosa de El Corte Inglés.

Muchos de nosotros, en particular, quienes atravesamos la edad adulta, maduramos y vamos haciéndonos mayores —aunque sigamos con esa inconfundible vitalidad juvenil— con El Corte Inglés, nos sentimos moralmente sus dueños, aunque nada más lejos de la realidad porque no somos accionistas de la cadena de grandes almacenes. Por eso, el último domingo de agosto de cada año entraña una emoción especial. Hay que estar pendiente de la prensa para saber cómo ha cerrado el ejercicio la empresa fundada por Ramón Areces. Si sus ventas mejoran, la economía española está tirando porque el consumo se muestra animado y El Corte Inglés es uno de los mejores termómetros para tomar la temperatura a nuestros bolsillos, al erigirse en el comercio al menor por excelencia. Si además sus beneficios se potencian, buena señal porque eso quiere decir que su inmensa red de proveedores está trabajando y si los grandes almacenes van bien, quienes suministran a la firma también viven buenos momentos. Y si la actividad de El Corte Inglés se impulsa, su plantilla laboral no solo se mantiene, sino que aumenta.

Años muy abruptos y tremendamente complicados los recientes, con la crisis golpeando descarnadamente a la ciudadanía, el empleo erosionándose cruelmente, los ingresos de las familias desangrándose, penurias empresariales a mansalva batiendo registros históricos… Ese turbio panorama no solo frenaba el consumo; lo hundía. Y El Corte Inglés, termómetro singular de nuestra coyuntura económica, se resentía notablemente. En el ejercicio 2008 su facturación se acercaba a los 17.400 millones de euros. Ese fue el fatídico año en que nuestra economía, tras tocar techo en la mayor parte de sus indicadores, con la tormenta financiera azuzando, se desmoronó. Y en 2009, El Corte Inglés veía cómo sus ventas se reducían en 1.000 millones de euros, quedándose a corta distancia de los 16.400 millones de euros. En 2010, la cifra de negocio remontó a algo más de esa cantidad, pero en los ejercicios siguientes se advertía una contracción perjudicial. Luego, el forzoso cambio en la presidencia, tras el fallecimiento de Isidoro Álvarez, en septiembre de 2014, tomando las riendas sus hijas y como presidente su sobrino, Dimas Gimeno, era el comienzo de una nueva etapa que, cómo no, abría las típicas incógnitas.

El futuro ya está aquí

En el ejercicio 2013 —El Corte Inglés cierra siempre su ejercicio el último día de febrero de cada año, cosa lógica si se piensa en su ciclo de explotación, arrancando el 1 de marzo— se toca fondo en la facturación al caer a 14.221 millones de euros. A partir de ese período, paso a paso, gradualmente, se inicia una recuperación que lleva a incrementar los ingresos hasta 14.592 millones de euros en 2014, a 15.220 millones en 2015 y, ahora, en 2016, a recuperar parte del terreno perdido cerrando el año con unos ingresos de 15.505 millones. Si esa es una buena noticia, mejor aún lo es la remontada de su beneficio neto que había caído de 382 millones de euros en aquel 2008 a 118 millones en 2014, rehaciéndose en 2015 hasta los 158 millones y repuntando en 2016 con 162 millones.

Detrás de esos guarismos, fríos números, al fin y al cabo, hay alma y ADN empresarial. La situación de El Corte Inglés no se ha regenerado porque sí o por arte de birlibirloque o simplemente gracias a que la economía va saliendo del bache con el que tropezó. El modelo de negocio, el de los grandes almacenes, ha cambiado durante estos últimos años y sigue haciéndolo radicalmente. Los mayores seguimos yendo a El Corte Inglés para comprar cualquier cosa y allí lo encontramos todo. Sus vendedores, su gente, son realmente parte de nuestro entorno, no me atrevería a decir que familiar pero sí social. Pero los jóvenes, ¡ay, los jóvenes!, son millenials y generación Z, nativos digitales que compran no ya a través del ordenador, no, sino que lo hacen desde su propio smartphone. El comercio electrónico se impone y hay que adaptarse a los nuevos tiempos, con una estructura logística fuera de serie que, a fin de cuentas, constituye el meollo nuclear que se esconde detrás de ese imperio del negocio por internet que va ganando adeptos.

Otrosí, El Corte Inglés se enfrentaba a otro reto: no seducía a los chavales, con lo cual se estaba produciendo un envejecimiento de la clientela. ¡Había que reaccionar, cambiar, adaptarse a los nuevos tiempos, encandilar a la joven clientela y saber ganarla para la causa sin dejar de mimar a los acólitos de toda vida, acercarse al consumidor a través de las tiendas de conveniencia, próximas, de barrio, transformando el tradicional formato comercial! Y éste está siendo el empeño del joven Dimas Gimeno y de sus primas, de quienes dirigen la cadena de grandes almacenes que hoy por hoy lidera el sector en Europa.

Eso no es todo. Detrás de esa evolución de la firma hay un balance, unas cuentas de resultados, una gestión económica y financiera. La cadena, de siempre, se había inclinado por hacer fuertes inversiones en su activo con un destacado componente del inmovilizado material y donde los inmuebles representan un elemento fundamental que hoy, con la perspectiva actual, igual se tacha como si estuviera fuera de lugar aunque una de las mejores estrategias de El Corte Inglés siempre fue, y sigue siendo, su ubicación en puntos clave de las ciudades donde se instala, sus centros comerciales marcan indiscutiblemente los lugares más céntricos o los barrios por donde se ensancha la urbe. A ello súmese que la innovación comporta exigentes esfuerzos en inmovilizados intangibles. Y, tratándose de centros comerciales, las existencias son determinantes. A mayor abundamiento, la facilidad crediticia a los clientes es un arma decisiva para las ventas. Todo eso supone activos de enjundia que en El Corte Inglés alcanzaban al inicio del último ejercicio 18.631 millones de euros.

El fantasma de la deuda

El hándicap cuando los activos absorben tantos recursos radica en su financiación. Los peligros de la deuda galopante pueden hacer mella. La deuda a corto plazo va ganando posiciones y la sombra y las incomodidades de un descolocado fondo de maniobra negativo asoman. El Corte Inglés, durante los últimos años, ha sabido reestructurar su endeudamiento que al 28 de febrero de 2013 sumaba 11.453 millones de euros con una deuda a corto plazo elevada, por un montante de 6.065 millones y una deuda a largo plazo de 5.388 millones. En el ejercicio 2014 reconvirtió su endeudamiento en más de 1.000 millones de euros, descargando su exigible a corto plazo hasta los 3.262 millones de euros y acrecentando el pasivo a largo plazo hasta los 7.111 millones. Luego, en los siguientes períodos, ha sabido mesurar la exigibilidad de su balance. Cerraba el ejercicio 2015 con una deuda total de 9.903 millones de euros, controlando la parte con vencimiento a corto plazo a 3.749 millones de euros y el pasivo ajeno a largo plazo se cifraba en 6.154 millones, en suma, rebajando su pasivo exigible en 750 millones respecto al ejercicio precedente.

Los cambios habidos en el balance de El Corte Inglés han sido factibles, en gran manera, gracias a su privilegiada posición de solvencia global al contar con unos capitales propios que han pasado de 7.883 millones de euros a 28 de febrero de 2013, equivalentes al 40,8% de su financiación total, a 8.728 millones al empezar el último ejercicio, que suponían casi el 47% de los recursos totales. Cuando una empresa goza de una recia capitalización, la deuda, aunque incomode, es llevadera y el enfoque económico, con la cuenta de resultados como demostración palpable, es reconducible. Y eso es lo que está sabiendo hacer El Corte Inglés.

No solo, decíamos, las cuentas de El Corte Inglés mejoran a causa de la más o menos aceptable recuperación de nuestra economía; no, aunque obviamente influya de forma decisiva. La gestión económica y financiera de El Corte Inglés, el ímpetu de su gente, su esfuerzo por adaptarse a los nuevos tiempos y a las rompedoras tendencias que se están dando en el contexto del comercio, sabiendo marcar una hoja de ruta ecléctica, es también una parte importante que explica el porqué de su positiva trayectoria. Así que sus propietarios morales, además de sus accionistas, nos sentimos satisfechos. Quizás, los datos económicos que hemos conocido en los últimos días de agosto sean una de las mejores noticias de este verano del 2017.

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