La «corrupta» Begoña no es asunto de Estado

Begoña

Milei describe (insulta, dice la terminal del régimen y derechona progre) a la mujer del presidente español y sale el Gobierno, o sea, Sánchez, a ordenar que esto se trate como asunto de Estado. Y manda al titular de Exteriores a que amenace a la gran Argentina con romper relaciones diplomáticas.

Albares es el típico empollón bizcochable a quien el macarra de la clase hace bullying y le ordena salir a decir cosas en su favor para no pegarle en el recreo. Es el peor y más incompetente ministro de Exteriores de la historia de España, incluyendo al pícaro y pérfido Moratinos, que vende España a Gibraltar mientras hace negocios con Marruecos.

Albares, engominado tras sus gafas, sale en rueda de prensa como un comensal en First Dates, a ver si hay suerte. Le han dicho que esté ahí para estas cosas y él obedece, que las collejas ya no cotizan en el mundo moderno y victimista de ahora. Pero el tipo lo hace bien: lee el argumentario que convence al consumidor zombi y al votante feligrés que describir los negocios dudosos de Begoña y retratarla como Lady Chanchullo es una ofensa a España por orden de su jefe, mientras Milei y quienes creemos con él que el socialismo es una enfermedad moral, nos fumamos un puro. Obvia el ínclito Albares en su declaración las descalificaciones de Puente a Milei acusándolo de drogadicto, porque ya sabemos que cuando el socialismo insulta es por el bien de la humanidad y la paz mundial.

El lenguaje político determina siempre el contexto en el que se enmarcan las acciones. Milei creó un nuevo contexto en Argentina que supo seducir a millones de jóvenes que vieron en él la única esperanza de futuro. Y eso molesta a la entente siniestra que domina España, Europa y Estados Unidos. Porque los europeos nos enfrentamos ahora al mismo dilema que tuvieron hace meses nuestros hermanos argentinos: seguir en manos de la élite burócrata o devolver el control a quienes conformaron la tríada de cimientos que conformaron los valores hoy en peligro. O el globalismo burócrata sigue imponiendo sus redaños a quienes producen y facturan, o el ciudadano adquiere conocimiento de lo que está pasando, que es el robo por parcelas de su autonomía y bienestar.

En las próximas y decisivas elecciones al Parlamento europeo, los dos modelos políticos enfrentados desde que el wokismo se hizo carne dirimirán sus programas, argumentarios y relatos: tenemos la Europa de raíz judeo-cristiana y, enfrente, el proyecto de mafias africanas, ONG armadas de hipocresía y gobiernos corruptos que pretenden convertir las naciones del continente en una colonia islámica, garantía de violencia e inseguridad infinita. Debemos pensar si queremos una Europa basada en los principios grecorromanos de pensamiento y actuación, de saberes y haceres, o el culto a la violencia y la represión, con la sharia dominando parlamentos y viviendas.

Y en esa elección, las palabras serán decisivas a la hora de saber en manos de quienes queremos estar. Hablar claro sólo molesta a esas élites que fiscalizan la libertad con el ojo progre de la censura y la división.

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