El comunismo entra en juego: golpe a las casas de apuestas

El comunismo entra en juego: golpe a las casas de apuestas

El  Gobierno socialcomunista ha justificado su decisión de prohibir la publicidad de los juegos de azar y las apuestas online, tanto en radio y televisión como en las plataformas de intercambios de vídeo (sólo se podrá emitir de madrugada), en «motivos de salud» y con el fin de proteger a las personas más vulnerables a la «sobreexposición» durante el estado de alarma. Es una medida «desproporcionada» que se fundamenta más en razones ideológicas -el comunista ministro de Consumo, Alberto Garzón, se ha empeñado en una cruzada personal contra las casas de apuestas- y que va a provocar un auténtico destrozo en múltiples sectores en un momento en que han caído a plomo los ingresos publicitarios.

Por supuesto, lo fundamental consiste en buscar un equilibrio entre un negocio que no está prohibido y es perfectamente legítimo y la defensa del interés general, en especial de los menores, pero la sobreactuación  del Ministerio de Consumo ha roto de cuajo ese equilibrio con argumentos muy poco convincentes y tan demagógicos como que en los hogares de reducidas dimensiones el riesgo de que aumenten las ludopatías obligaba a intervenir de inmediato.

El Ejecutivo socialcomunista mata moscas a cañonazos y esgrime excusas que nada tienen que ver con la realidad. Una cosa es promover el consumo responsable con medidas sensatas y otra entrar como un  elefante en una cacharrería interviniendo de facto un mercado que se encuentra en una crisis de enormes proporciones por el parón de las competiciones deportivas. Con la que está cayendo, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, parece decidido a darle la puntilla a una industria  que alimenta de recursos a otros sectores que se encuentran al límite de su resistencia.

Da la sensación de que el Gobierno  ha utilizado como pretexto la situación de confinamiento y el estado de alarma para cargar contra un sector al que la parte comunista del Ejecutivo de Pedro Sánchez tiene entre las cejas por una pura obsesión ideológica.

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