Ciudadanos y su última oportunidad de ser importante
Ciudadanos quiso ser importante desde el principio. Ahora debe ser determinante si no quiere precipitar su final. Llegó para sacudir las alfombras de un nacionalismo que en Cataluña aprisionaba y ahogaba —aún aprisiona y ahoga— la discrepancia desde su trinchera mediática y educativa, convirtiéndose en ese gobierno nómada que huye de una ley que ni respeta ni aplica. Con su expansión por el resto de España, el partido naranja mostró una gran fuerza, fruto de una inercia que ya no existe, pero cuyos residuos aún puede rentabilizar.
Tras la polémica surgida en los últimos días a cuenta de su avance programático y su mutación de vestimenta y ropaje ideológico, mi conclusión es clara: Ciudadanos será liberal o no será. A pesar de que prohombres importantes del partido en el pasado como Félix Ovejero insisten en la vía socialdemócrata como el único espacio sociológico posible para sobrevivir, la realidad es que Ciudadanos debe equilibrar su alma de centro izquierda con sus intereses y necesidades de centro derecha. En cualquier caso, centro. Porque su futuro pasa por persuadir y conquistar definitivamente a ese votante del PP que nunca votaría al PSOE pero sí a Ciudadanos, por su cercanía en la visión económica de la realidad, pero también al votante del PSOE que jamás apostaría por el PP pero que se plantearía otorgar su confianza al partido naranja, en vista de su proximidad en política social.
Porque lo que en Cataluña funcionó como legítimo espacio de persuasión conquistado, no es reproducible al conjunto del país. Insiste Ovejero en que el trono de la derecha «está perfectamente cubierto». No es cierto. Si uno analiza con frialdad desapasionada los resultados electorales de diciembre y junio, observará que la construcción de un nuevo posicionamiento social parte de la seducción de sectores desencantados con un centro derecha que no quieren o no les representa. Ciudadanos debe por tanto capitalizar esa riada de desencantados sin más asidero que el pragmatismo basado en valores de libertad, justicia y equidad. Debe representar el eje de la moderación frente a una Europa y a unas democracias occidentales amenazadas por el extremismo populista. Debe incidir en su vertiente modernizadora de la sociedad y la economía, forjada a partir de un equilibrio entre la libertad y los derechos, entre las necesidades y las oportunidades.
Eso del «liberalismo progresista» o del «socialismo democrático» cae en el insistente error de poner apellidos a la etiqueta, en un doble etiquetado que nada dice y poco alienta. Parece que queda chic, aunque por ahí no se llegue a nada. Lo que determina un futuro de viabilidad u ocaso es si, como partido centrista de carácter socioliberal, puede reivindicar y hacer suyo ese espacio nuevo en el que confluirán diferentes sensibilidades y almas de votantes. La síntesis liberalismo y socialmodemocracia, con más de lo primero que de lo segundo, alejaría el peligro que las etiquetas imponen a todo proyecto basado en la renovación y el progreso. De ahí que urja construir un relato de valores y principios que acomode el liderazgo político de Rivera y, por ende, el proyecto de centro liberal que España necesita como intersección a izquierda y derecha, representantes de un modelo cada vez más agotado, y que también sepa tejer una red de emociones compartidas que nutran de sustancia al proyecto. Así lo escribimos en estas páginas:
Ciudadanos debe su futuro a la construcción de un relato presente, con líder y narrador, con historia y marcos de valores compartibles. Y luego debe saber contarlo, detallarlo y reproducirlo para que se comparta sin filtros ni fisuras. El centro es posible sólo si crees realmente que estás en él.
Ciudadanos debe decidir si nadar en el mar o en la piscina. De esa decisión, sin equilibrismos ni dudas, depende su supervivencia en el imaginario colectivo. Con una apuesta por la libertad, el futuro, la innovación y la modernización frente a las persuasivas cadenas que nos quieren arrastrar al pasado.