Los cielos se oscurecen en 2019
El Banco Mundial ha hablado. El título de su reciente y último informe es más que ilustrativo: los cielos se oscurecen. ¿Por qué las perspectivas son menos auspiciosas? Según el organismo, presidido hasta hace pocos días por Jim Yong Kim, 2018 arrancó con la economía mundial avanzando a toda marcha, pero durante el año ha ido perdiendo velocidad. Recordemos que una de las virtudes que se resaltó al finalizar 2017 era la del crecimiento sincronizado. Todas las economías crecían. Sin embargo, cuando estamos en los primeros compases de 2019, los ánimos aflojan. Si nos ceñimos a las previsiones, lo mejor del ciclo expansivo ha tocado a su fin en 2018.
2019 podría ser más accidentado si aumentan las dificultades económicas y financieras para los países emergentes y en desarrollo, mientras los avances mundiales en la reducción de la pobreza extrema se verán amenazados. Mantener el impulso, según el Banco Mundial, exige que los países inviertan en las personas, promover el crecimiento y construir sociedades resilientes. Para 2019, el Banco Mundial prevé un crecimiento económico del 2,9% que en 2020 se rebajaría al 2,8%. Estas previsiones están por debajo de otras perspectivas algo más halagüeñas que estiman que la economía mundial crezca en 2019 al 3,5% después de que en 2018 lo haya hecho, según las primeras evaluaciones en torno al 3,7%, y que para 2020 prevén un sostenimiento de la tasa de crecimiento.
Los vaticinios son algo más pesimistas para las economías avanzadas que si en 2018 previsiblemente han crecido al 2,3% –cosa que está por ver aún– en 2019 lo harían al 2% para en 2020 situarse sobre el 1,8%. Y la pérdida de fuelle igualmente trasciende hacia los mercados emergentes y las economías en desarrollo que tras crecer al 4,7% en 2018, cederían posiciones en 2019 al 4,5%. Las causas se encuentran en que el comercio e inversiones internacionales se atenúan –ahí están los datos sobre las exportaciones germanas–, las tensiones comerciales siguen siendo elevadas y las presiones financieras complican el panorama en los mercados emergentes.
Probablemente, el repunte de aquellas economías que tienen una dependencia más acusada de las exportaciones sea más lento y en otro tipo de economías todo apunta a que su crecimiento se desacelere. Por tanto, se atisban más riesgos para un menor desarrollo económico en lo que indudablemente influirá la eliminación gradual de las políticas acomodaticias de los bancos centrales, con lo cual el precio al alza del dinero impactará negativamente, que han sido decisivas para insuflar respiración monetaria asistida a la cabizbaja economía de los países avanzados en el transcurso del largo proceso de recuperación vivido tras la crisis de 2008. Este impacto se generaliza también a grandes potencias como son EEUU y la Europa del euro.
Súmese a ello la intensificación de las disputas comerciales, así como los mayores niveles de deuda que hacen vulnerables a algunas economías, tanto las de los países más pobres, pero también a otras avanzadas, en el caso de que se produzcan subidas de los tipos de interés, como cabe presumir a la vista de la hoja de ruta de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo. Y otro punto a considerar y sobre el que cada vez se habla más: la mayor frecuencia con la que se dan fenómenos meteorológicos y los riesgos que entrañan de grandes oscilaciones en el precio de los alimentos que podrían agudizar la pobreza.
El panorama aún se turba un poco más si se piensa en la volatilidad de los mercados financieros, plasmada en el recalentamiento en Wall Street y las fuertes oscilaciones que durante las últimas semanas se observan en los mercados financieros; en las tensiones monetarias tanto en EEUU, con Trump poniendo el grito en el cielo, como en las economías emergentes, muy susceptibles a las subidas de los tipos de interés y al fortalecimiento del dólar, al tratarse de países excesivamente dolarizados; en la ausencia, tal y como están las cosas, de promover la integración comercial; en el fin de los estímulos monetarios del Banco Central Europeo y, por último, en el recorte en la producción de petróleo.
Así que, para el Banco Mundial, los cielos se oscurecen y la institución exhorta sobre la necesidad de un crecimiento equitativo que alivie la pobreza e impulse la prosperidad compartida, recomendando a las economías en desarrollo y emergentes que adopten medidas destinadas a mantener el impulso económico en un entorno complicado, preparándose para las turbulencias, y promoviendo un crecimiento a largo plazo que es crucial para reconstruir mecanismos de amortiguación de los bancos centrales y a nivel presupuestario, y fomentando el capital humano. Y, cómo, el Banco Mundial aprovecha la ocasión para incitar a que se encaren los desafíos que representan los sectores informales. Por si las moscas, si los cielos se oscurecen, ¡salgamos de casa con el paraguas por lo que pueda pasar!