Causa general ‘mariana’
Son contrarias al espíritu de las democracias y a la esencia de los Estados de derecho. Son las ‘causas generales’. Y una de ellas es la que, descaradamente, Podemos y el PSOE persiguen instruir contra el Partido Popular. Todo vale para disparar y hacer caer a la gaviota. ¡Fuego a discreción! Se buscan genéricamente infracciones penales. Se exhiben datos o hechos aislados, sin una interconexión que les otorgue la categoría de indicios sólidos. Se airean especulaciones sin el fundamento y rigor que exige una investigación en toda regla. Aparecen, —sacadas de la chistera— declaraciones y chismes, conjeturas y sospechas asociadas a fuentes sin contrastar. Y, lo peor, se practica este ejercicio de tintes malévolos y formas circenses deliberada y conscientemente. ¡Qué más da! Todo es bueno para el convento.
Pierde la razón el Partido Popular si pretende adelgazar hasta la anorexia el contenido y las actuaciones sobre las que debe indagar el Congreso de los Diputados para alcanzar alguna conclusión sobre una presunta financiación irregular, emanada de Génova, asquerosa y vergonzosa. Pero es evidente que en el planteamiento inquisitorial de Iglesias y Sánchez falta motivación y razonamiento, sobrando las vísceras, la animosidad, la parcialidad, el revanchismo, el sectarismo o el electoralismo de tenderete oriental. Poco importan los aspectos vinculados a la particular gestión de los diversos tesoreros y gerentes del PP a título personal. Menos aún lo que pudo acontecer en la primera planta de un edificio que albergaba los despachos del entonces equipo regional de Aguirre, Granados y González. Aquí el muflón a batir, la gran pieza de caza mayor es Mariano Rajoy. Ésa es la cabeza que las mesnadas socialistas y podemitas colgarían excitadas y encantadas, ufanas y campanudas, a la mayor brevedad, en cualquier salón de La Moncloa. No hay más. Pero de momento deben conformarse con hacerlo en la Carrera de San Jerónimo.
Una cosa es que, en fase de instrucción, haya algún magistrado que haya identificado el funcionamiento de ciertos dirigentes y grupos de poder peperos como el de una repugnante organización criminal. Alguna sentencia lo sustanciará —o no—. Pero otra cuestión distinta y peligrosísima es que, en lamentable actitud bolivariana, se pretenda deslegitimar a cada uno de los militantes, honrados, que en su vida se han metido un euro al bolsillo, que no han prevaricado ni malversado ni traficado y, muy por el contrario, se han dejado sus ideas, su talento, sus convicciones, su piel en defender una opción política que consideran que sigue siendo la mejor para los intereses de España y los españoles.
No nos engañemos. La comisión anticorrupción, desde luego necesaria desde la óptica de la transparencia y la higiene democrática, se utilizará para fines ajenos a los esperados por millones de ciudadanos. Es el primer mojón en la carrera ansiosa que hace pocos días han iniciado el inexperto líder de la coleta y el renacido mandarín de Ferraz. Uno y otro están ya marcando las distancias y la dirección del camino. Están orinando para marcar un territorio que ya empiezan a considerar de su propiedad y que no es, ni más ni menos, que el futuro de un país entero.