El ‘caserazo’ y la señorita Rottenmeier
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Ignoro si el muchacho que no sabe votar, un tal Alberto Casero, diputado del PP por Cáceres, amigo íntimo del secretario general García Egea, es muy torpe o fue el último de su clase. En realidad, daría la sensación de que Pablo Casado pone una carpa y le surgen enanos.
Hace falta ser estulto para ante una votación con el significado que tiene la reforma laboral, con la oposición del principal partido de la oposición, cometer un error tan pueril.
Lo dicho. Hay algo que no termina de encajar en el engranaje casadista del PP.
Escrito lo anterior, es indispensable referirse a la tal Batet, que ni es imparcial presidiendo el Congreso de los Diputados, ni lo parece. Su trayectoria sectaria, autoritaria e inexportabe en el mundo libre, podría tener los honores de ama de llaves de Sánchez; ello, siendo muy caritativos.
Se sienta en la altura de la Cámara con una mirada feroz, con torvo retorcido, ella que es tan menuda y tan grácil. En los momentos claves del fragor parlamentario -como es de menester en cualquier Parlamento que se precie- siempre aparece la pezuñita partidista de la señora Batet, según dicen, actual pareja del ex ministro de Justicia y ahora vistiendo toga de magistrado en una instancia judicial extraordinaria, algo realmente impensable en otros lares donde, en efecto, los que imparten justicia son necesariamente “ciegos” y “sordos”.
Bien. Todo normal. Porque la señora Batet sin el PSC/PSOE sería una ignota profesora de rango menor en la Universidad pública. Nadie es tan bobo como para cortar la mano que le da de comer.
Escrito lo anterior. El resto se da por añadidura.