Casado, pura fuerza en movimiento
Una nueva era, con un estilo diferente, con un concepto renovado, con un músculo mejor, con la energía volviendo a dispararse tras ingresar en la reserva. El discurso político con el que Casado ha tocado el cielo será seguramente recordado por muchos como el mensaje iniciático de quien apunta, antes o después, a acaparar los votos del centro-derecha antes de pisar la moqueta de Moncloa. Con paciencia, sin poner el carro por delante de los bueyes. Con inteligencia, la que hasta hoy ha acreditado con creces.
Casado ha querido recuperar la emoción, y eso significa la apelación a la historia: al partido, a los presidentes que lo fueron, a los afiliados que tienen hambre de gol y no lo disimulan. Un discurso de contenido ideológico fuerte, identificando claramente sus puntos principales: las personas -sus derechos y libertades llevadas al extremo- en el centro como motor del país, la familia como núcleo esencial de la sociedad, la rebaja de impuestos para prosperar, la eliminación de trabas burocráticas para crear riqueza y ayudar de verdad a las clases medias: son las esencias del PP. ¿Por qué terraplén se habían deslizado? ¿Por qué acantilado se habían precipitado? ¿Quién las había empujado hasta desfigurarlas?
Un verbo sin complejos en esta tesitura sólo era recuperable por un personaje con cualidades innatas de liderazgo, y el antiguo jefe de gabinete de Aznar las tiene. Como tiene proyecto. Lo ha ido descubriendo día a día, mitin a mitin, entrevista a entrevista, a pesar de la imposibilidad de propalarlo en un debate que su adversaria, en un tic timorato, ha hurtado. Casado es un joven que escucha, cercano, que deberá ejercer la autocrítica -ya ha empezado-, que deberá arrojar por el desagüe la arrogancia porque siempre sobran los motivos para ella en la gestión de lo público y en la vida misma.
Llega un dirigente con perspectiva, con músculo, con aprecio a la retórica, con apego a los engranajes de un buen equipo que deberá formar haciendo que cuaje. Pero sobre todo llega un hombre que deberá echarse a las espaldas algo tan primordial como la ilusión. La que generó Suárez, cuando se pasó en España de la ley a la ley. La que generó González, cuando abrió una etapa revolucionaria para un país en plena transformación. De la que se valió Aznar para enterrar el mal gobierno y la corrupción. La ilusión de Sánchez hace unas semanas, o del consolidado Macron, o del preparadísimo Duque…
Casado ya está sobre una ola, la de la libertad: la económica, la política, la social. Es una fuerza en movimiento. Necesitará sangre fría y precisión, un enfoque desacomplejado y una renovación de propuestas que pase del papel a la calle, que es donde los grandes estadistas saben que, conjugando la razón y el corazón, brota imparable la esencia del poder. El que algún día tocará y hoy sueña, en medio de la urgencia y el frenesí, con acariciar. Suerte, presidente Casado.
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