Carmena, que tanta paz lleve como descanso deja
Llegaron con el “no pasarán” en la boca, con ese lenguaje desahogado y guerracivilista que la izquierda radical tan bien maneja. Esa animadversión de aquellos que apelan a los “sin nada”, que nos llena de vacíos y falsos mensajes de “democracia” y de un trasnochado y caduco “poder popular”. Rencor y odio por doquier.
Y una de sus principales abanderadas ha sido Manuela Carmena, ex Alcaldesa de Madrid. Lideresa del progresismo para ese proletariado que acaba erigiéndose en clase privilegiada, con fastuosos chalets, turbias contrataciones e irrenunciables sueldos. Llegó Carmena con esa proclama de rescatar a la sociedad de todos sus males venciendo a los burgueses y desde su cubil, azuzar a sus “clases populares” a modo de un Cristo que yaciente liberando al hombre de sus pecados. Para ser al final mero resentimiento que proviene de la frustración y de la falta de principios, pues lo que pudieran ser tal murieron en la hoguera encendida por la libertar y el
verdadero progreso. Ofertando bagatelas, sin capacidad alguna para ocultar esa soberbia cobijada bajo el disfraz de “abuelita de todos”, cobijo de quien no ha tenido voluntad de hacer un análisis equilibrado de su propio fracaso, tapando responsabilidades individuales y sembrado de “culpables”, a esa “casta”, a esos “ricos”, a los abyectos “fachas” a los que siempre hay que responsabilizar.
Olvidadas las promesas había también que olvidar los problemas sociales y económicos de Madrid, como hizo Colau en Barcelona y tantos otros de su recua. Solo la propaganda, premeditada, consciente y con el dinero de todos. Y con el cansino populismo apoyado en esa presunta y falsa superioridad moral de la izquierda, farisaico en su envenenado “humanismo” que impide que estos aleccionadores, por ejemplo, acojan bajo sus caros techos a aquellos inmigrantes ilegales a los que pretenden aliviar y paliar sus indudables necesidades. Como tampoco acogen a quien de forma delincuencial ocupa (jamás lo pondré con “k”) casa ajena y propiedad privada. Carmena si, responsable de actitudes delincuenciales. La cosa sigue en cada actuación de la ex alcaldesa. Satisfacer su cada vez más escasa y aleccionada masa electoral y si, la manera de obrar de quien solo quiso obtener rédito político con cada una de sus demagógicas actuaciones.
Y por supuesto prohibir. Indisimulado y desmedido afán de la izquierda por prohibir. La prohibición como ideología. Señalar a quien osa conducir por donde ella prohíbe mientras no se ha preocupado de proporcionar soluciones alternativas para la movilidad de los ciudadanos. El componente ideológico en cada una de sus actuaciones porque como siempre, para algunas mentes de la izquierda más rancia, el coche es un símbolo de riqueza, un artículo de lujo siendo necesario acabar con él. Dilapidar y cercenar la libertad de quienes quieran desplazarse por el centro de Madrid, de los ciudadanos respecto al modo de transporte que prefieren usar, de los comerciantes. Carmena, ejemplo vivificante de quien defiende el poder asambleario y la democracia directa para acabar imponiendo de forma dictatorial. Cómo todos los suyos, ha demostrado ser parte de la casta a la que decía no pertenecer convirtiendo el nepotismo y la privanza en el modo de hacer de su presunta gestión municipal. Puede estar orgullosa. El recuerdo que deja en la capital de España es de abandono, apatía y dejadez.
Un escaparate vacío y sucio. La salida de la Alcaldía de Madrid de un personaje como Carmena, con ese izquierdismo militante y mutilador de valores y principios es sin duda, un magno empuje en pro de la ilusión. Ilusión desde la esperanza, sin enojos, sin venganzas ni dispensas. Como dijo el magistral Jorge Luis Borges: “Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”.