Calviño y los precios
La vicepresidenta primera, Nadia Calviño, trató de salir del paso cuando le preguntaron sobre los ataques de la ministra Belarra a las empresas, concretamente a Mercadona y a su dueño y presidente, Juan Roig, que tantos empleos genera y que parece que eso le molesta a Podemos y, por su mantenimiento en el Gobierno, al propio Ejecutivo con el presidente a la cabeza, ya que de estar radicalmente en contra debería haberla destituido.
Pues bien, Nadia Calviño ha dicho dos cosas: una, muy rara, que es que hay que separar la acción de Gobierno de las declaraciones de los partidos, ya que afirma que el Ejecutivo trabaja mano a mano con los empresarios. Por otra parte, ha intentado mostrar su apoyo a las empresas diciendo que sí que bajan los precios en los supermercados, cosa que ve cuando hace la compra y le pregunta a la gente.
En la primera parte, no puede separarse lo que diga la ministra Belarra de las manifestaciones políticas realizadas por ella misma como líder de ese partido político, porque afirma que «hay que frenarles (sic) los pies» a los supermercados, que se lucran, según ella, y que realizan un capitalismo despiadado. Ese «pararles los pies», que la ministra confunde el dicho y dice «frenarles», no lo propone desde un partido político, sino que lo planteaba como una respuesta que debería dar el Gobierno. Por tanto, son lamentables y dicha ministra no puede seguir ni un minuto más siéndolo, como no puede seguir siéndolo la ministra de Igualdad tras impulsar una ley que ha favorecido y favorece a los violadores. ¿Las manifestaciones de Belarra contra BBVA, pidiendo intervenir la economía, tampoco son declaraciones como miembro del Gobierno?
En la segunda parte, la vicepresidenta Calviño muestra cómo de alejado de la realidad vive este Gobierno: es verdad que los supermercados han aplicado la bajada del IVA del 4% al 0% en los productos afectados, pero eso no significa que bajen los precios, sino que una mínima parte del incremento de recaudación tributaria motivado por la inflación dejan de pagarla los ciudadanos, negándose el Gobierno a que se pueda aplicar a la carne, el pescado o las conservas, elemento que muestra que la compra o no la hacen mucho o viven en la ignorancia, pues son productos básicos en cualquier familia.
Los precios no han bajado, sino que han subido. Puede que ahora tengan esa rebaja del IVA, pero anteriormente habían incrementado su precio dichos productos de manera importante, con lo que no hay bajada, sino una mitigación de la subida, que demuestra, además, que los impuestos han redoblado la asfixia sobre familias y empresas a raíz de la inflación.
Por ejemplo, una barra de pan antes del pasado verano costaba en un supermercado 65 céntimos. En septiembre, subió a 70 céntimos, y en octubre, se incrementó hasta los 75 céntimos. Es decir, aumentó un 15,38%. Al ser el impuesto proporcional, la parte del tributo se incrementó igual, un 15,38%, de 0,025 céntimos a 0,02885 céntimos.
Ahora, la rebaja del IVA ha hecho que dicha barra de pan descienda a 72 céntimos, pero el incremento de precios sigue siendo importante, un 10,95%. Esto no es culpa de los supermercados, sino de una política económica, la del gobierno al que pertenece Calviño, que con su ingente gasto público presiona los cuellos de botella y dificulta la transmisión de la política monetaria para reducir la inflación. Si los precios han bajado, se debe a que las empresas han aplicado la rebaja del IVA a rajatabla, sin subir el precio base, cosa distinta de lo que ha hecho el Gobierno durante meses, que se negó a bajar dicho IVA para compensar la subida de precios derivada de los mayores costes a los que se enfrentan las empresas, elemento que le ha permitido amasar una recaudación adicional que malgasta en lugar de reducir mucho más decididamente el enorme déficit público que sigue habiendo y la todavía más abultada deuda pública que se sigue acumulando.
El Gobierno dice que habla mucho con la gente, o que la oye hablar -Calviño en el supermercado, Díaz por la calle y Llop en el metro- pero o no dicen la verdad, o tienen distorsionado el criterio para discernir lo que es real de lo que es fantasía, o tienen un problema auditivo, porque la realidad va por otro camino mucho más duro que el que dibuja el Gobierno y la propia Calviño, que es que las familias tienen muchas dificultades para llegar a fin de mes, entre el encarecimiento de la cesta de la compra y la subida de las cuotas hipotecarias, y que las empresas están asfixiadas con el aumento de los costes de las materias primas, de los salarios y de la financiación. No hay un gobierno bueno y un gobierno malo; unos, sensatos, y otros, populistas; todo el Ejecutivo se está prestando a un juego muy peligroso para la economía, como es atacar a su sector empresarial, que es el que genera riqueza. Calviño tuvo la oportunidad de no servir de coartada de este Ejecutivo, pero prefirió seguir el camino de Solbes, que ya sabemos al lugar al que nos llevó.