En busca del respeto perdido…

En busca del respeto perdido…

Según la RAE respeto significa “miramiento, consideración, deferencia”.

Aunque no se sabe exactamente en qué momento el hombre entendió que el respeto es la base de una sociedad, Maslow lo sitúa en su célebre pirámide en el cuarto lugar, después de las necesidades fisiológicas, las de seguridad, y las de afiliación como la amistad y el afecto.

Hasta hace muy poco tiempo el respeto tenía casi el valor de una moneda y era todo lo que necesitaba cualquier integrante de una comunidad para querer interactuar con los otros; no había firmas ni contratos, solo su palabra.

Kant decía: “A todas las personas se les debe respeto, por el simple hecho de ser personas”. Por ello, enseñar e impartir respeto fue una labor llevada a cabo no solo por las familias, sino también por la religión, la educación, las instituciones, etc.

Pero más allá de enseñarlo, los humanos entendimos que el verdadero valor del respeto es un idioma invisible que se construye con el tiempo a través de la empatía,  la consideración, los actos, la mirada, y la interacción que generaba un saludo o una palabra.  En pocas palabras, el respeto es una acción moral hacía “ese otro”, que yo reconozco como alguien digno -o no- de mi consideración.

Por ello, el respeto más importante para las personas es aquel que nos ganamos por el reconocimiento de los otros, porque nos sentirnos valorados por el otro. Y esto hoy tiene más validez que nunca.

Pero como todo en la era tecnológica, hasta el respeto se digitalizó. El filósofo coreano Byung Chul-Han afirma que el ordenador y los móviles nos obligan literalmente a bajar la mirada, y por ello, hemos dejado de mirar al otro a lo ojos; perder la visión sobre el otro, hace que inconscientemente desvirtuemos a “ese otro”.

Hoy, preferimos chatear por WhatsApp a hablar por teléfono, porque éste nos exige una forma de respeto, como saludar, escuchar, entender, opinar, etc. Sin embargo, estoy segura de que cuando tienes algo muy importante que decir, acudes al prehistórico teléfono.

En mi opinión, actualmente el respeto no se gana, si no que se exige en internet. Por ello es más fácil que muchas personas sientan más “respeto” por la muerte de Georges Floyd, que por su propia familia o vecinos. Muchos están convencidos que firmar una petición en change.org es un acto de respeto, sin embargo, cuando alguien los llama o envía un mensaje por chat, pueden pasar días sin contestar.

Además de todo ello están los llamados “haters”, que se han dedicado acabar con el valor humano del respeto, inundando las redes de insultos, ofensas, y despreciando al otro, que en el 99% de los casos ni conocen, escondidos casi siempre en una cómoda posición del anonimato. ¿Qué ocurriría si estos “haters” estuvieran obligados a utilizar su propio nombre para faltar al respeto a los otros? ¿Habría tantos como los que hoy infectan las redes? ¿Acaso tú, “hater”, al sentir la mirada fija del otro, tendrías tanto valor para segregar odio?

Recuerda, el mundo no es como se ve en Instagram, y si tal vez levantáramos más a menudo la mirada de los móviles, descubriríamos en los ojos de los otros miedos, sentimientos, y vulnerabilidades parecidos a los tuyos. Finalmente la empatía es la base de cualquier clase respeto.

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