Begoña, la mujer de rojo

Begoña Gómez, mujer de rojo, Pedro Sánchez

A mí no me ha parecido tan sorprendente que Pedro Sánchez se haya llevado al mitin del PSOE en Benalmádena a su mujer, Begoña Gómez. Al fin y al cabo, hace tiempo que vienen adoptado los peores estilos del populismo de izquierdas hispanoamericano.

Arropadísima por las demoiselles servantes de su marido, la entusiasta vicepresidenta primera, María Jesús Montero, y la feroz y anti nuclear (hasta que cambie de opinión, como suele hacer su jefe) vicepresidenta tercera y candidata europea del PSOE, Teresa Ribera, que la achuchaban repetidamente, la esposa ofendida se dejaba mimar. Con una camiseta rojo PSOE, color que suele lucir en muchos actos y que le sienta bien, la mujer del presidente agradecía a diestro y siniestro los peloteos de apoyo de tantísimos compañeros socialistas con mucho skin in the game.

¿Cómo vamos a extrañarnos de que la jaleen de esta manera? Tener skin in the game equivale al nuestro jugarse el pellejo, es decir, tener algo serio que perder. En la Wikipedia «dícese del que incurre en riesgos (monetarios o de otro tipo) al participar en el logro de una meta».

Nassim Nicholas Taleb escribió un interesante libro con este título sobre el juego del riesgo y del beneficio. En el caso del público de Benalmádena, su riesgo es que Sánchez pierda las elecciones o tenga que abandonar su cargo de alguna manera y que muchos se queden sin sus puestos de trabajo en un efecto cascada. Esto sucede en todos los partidos, pues son básicamente agencias de colocación. Pero, a veces, este hacer de la necesidad virtud llega a cotas francamente obscenas. Y, en el mitin del recinto ferial de Los Nadales, la imputada fue coreada por los asistentes con insensatos  «Begoña, Begoña» un día después de ser citada por presunto tráfico de influencias y corrupción en los negocios.

Vamos, que la señora de un señor que logró la presidencia del gobierno sin ganar unas elecciones y con el pretexto de su lucha contra la corrupción deberá presentarse el próximo 5 de julio en un Juzgado de Instrucción (el 41) de Madrid. De haberlo sabido, Soraya no hubiera dejado su bolso en aquel asiento.

Y aquí les tenemos: «Extrañados pero tranquilos». No, no es sorprendente. Lo hemos visto en Argentina tras años de corrupción kirchnerista: «Cristina, Cristina, estamos contigo», gritaban. Al parecer el socialismo se toma muy bien que le esquilmen los suyos.

Hay quien dice que debería haber tenido en Benalmádena también a su lado en primera fila a otras socialistas con problemillas como los suyos. Como la esposa de Juan Espadas, que fingió trabajar durante años cobrando un sueldo público, o la exministra Magdalena Álvarez, condenada a 9 años de inhabilitación por el caso de los ERE. De hecho, ésta última estaba entre el público, y Pedro le mandó un saludo y ella se puso de pie mientras la ovacionaban fuertemente. 

Así que, si eres socialista, la corrupción de los tuyos da igual. El pobre Camps ha vivido un Vía Crucis abandonado hasta por el PP, cuando hay encuestas que sugieren una mejoría del resultado del PSOE por el caso de Begoña. Debe de ser cosa del populismo porque Trump también mejora en los sondeos tras su condena, incluso las donaciones han sido más generosas.

Uno de los oradores que dieron su apoyo a Sánchez y señora fue el comisario europeo de Empleo y Derechos Sociales y candidato oficial del Partido Socialista Europeo, Nicholas Schmit. Yo no sé si era consciente de la situación real de la pareja. Ni de cómo ha retorcido Sánchez nuestro poder judicial. Pero sucumbió a Begoña, la mujer de rojo, y me parece un gesto demasiado temerario incluso para un socialista.

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