Begoña, impune e inmune
El Instituto de Empresa ha disimulado su maniobra de fichar a la señora de Sánchez con una hábil pero torticera martingala: filtrar el nombre de una serie de personajes, políticos o no, que han trabajado o trabajan en él. Jordi Sevilla, Garicano, Guindos, Fidalgo… son la excusa tras la que se ha parapetado el Instituto para justificar una adquisición —escribo adquisición y no compra— de enorme trascendencia y, según esperan sus directivos, de gran rendimiento social y económico porque el IE no es, que se sepa, una “oenegé” para cuidar negritos, sino una institución que, naturalmente y como debe ser, no desdeña el lucro. El Instituto recauda y no hace ascos a los dineros que vienen del Erario —los últimos hace escasas fechas– lo que le convierte en un socio agradable del Gobierno.
Ha comparado a la señora de Sánchez con los mencionados para demostrar que el Instituto funciona con todos los palos, tengan éstos el color que tengan. Pero el ardid es francamente deplorable porque ni Sevilla está casado con el presidente del Gobierno, ni Guindos se emparenta maritalmente con el jefe socialista, ni el altísimo exdirigente sindical Fidalgo —hoy convertido en un apóstol liberal encomiable— pernocta con el actual inquilino de la Moncloa. Además ninguno de ellos, tampoco el desaparecido economista de Ciudadanos, ha repartido sustanciosas subvenciones al IE. Por ello, éste que no ha explicado su asombrosa decisión, no debería intoxicar a medios afines con este parangón tan necio.
Estos días algunos centros informativos que siguen cebándose con el caso Casado no han dicho ni una sola palabra sobre el caso Begoña. Ni una. Continúan inquiriendo justificaciones al presidente del PP pero les trae por una higa que la señora de Sánchez, experta universal en marketing ya se sabe, vaya a dirigir un Instituto llamado, parece, a ser guía intelectual de la negritud en Europa. Bien es cierto que los partidos de la oposición al PSOE siguen la misma tónica. Quizá porque sufren complejo de legitimidad de origen como la tortilla desestructurada de Arola, y temen que el boomerang les alcance los morros.
En el fondo, lo que ocurre a unos y otros es que ambos, medios y partidos, están tórridamente abrasados por esa nociva especie que da por supuesto que la izquierda es buena y la derecha mala. Que Casado es un “aprovechategui” que se ha engullido un máster sin pegar clavo, pero que la señora de Sánchez es una ilustre pedagoga siniestra —o sea de izquierdas no se me encare el oráculo Iván Redondo— cuyo siguiente ascenso pueda llevarle a la Real Academia de Ciencias Morales o, quizá, a servir de introductora en Palacio a su jefe, el ventajista marqués de la Romana. Su casero ahora. Nadie se atreve con la señora de Sánchez. Impune e inmune.