Los barones patean a Sánchez

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez

Vamos a ver si emprenden la rebeldía porque no son tan valientes, tan aguerridos (tampoco Page o Vara) como para alzarse en armas dialécticas y políticas contra quien les está arruinando, el aún presidente Pedro Sánchez Castejón. Por ahora se conforman con patearle, en cueros como está. Hace un año, según me cuentan en fuentes irrebatibles del PSOE, Adriana, la pobre Adriana que entonces mandaba mucho en la organización, se reunió con los presidentes autonómicos del PSOE y también con los jefes provinciales del movimiento sanchista, y se topó con una sorpresa: la sesión, lejos de transcurrir por los márgenes anchos de la euforia, se convirtió en una sucesión de avisos y advertencias que a la pobre Lastra, le pusieron literalmente de los nervios. El caso iba, precisamente, sobre el gran asunto de nuestra actualidad de hoy: los impuestos. Los barones, con mayor o menor claridad (el más decidido en argumentos fue el aragonés Lambán) llegaron a asegurar a la enviada especial del todavía presidente que no se les ocurriera anunciar una subida general de impuestos, que ese sería el suicidio del partido. Sánchez ni siquiera debió tomar nota de lo acaecido en aquella sesión porque, a la vista está: ha caminado por la dirección contraria, hasta que, vencido por el PP, ha intentado una añagaza fiscal que nadie le compra ya.

Algún barón, quizá el templado Vara que es quien mejor lo tiene cara a las elecciones del próximo mayo, adelantó, con toda la perspicacia del mundo, que el debate fiscal será protagonista electoral durante el próximo ejercicio político. Él, como otros muchos analistas de la Economía, piensan que al final el domingo en que los españoles voten en las urnas, lo único que considerarán es si se les han bajado o subido los impuestos. Nada más. Curiosamente, el candidato del PP a la Generalidad Valenciana, Carlos Mazón, cree exactamente lo mismo, tanto que el miércoles cuando el gentío le felicitaba por el regalo que le había hecho Ximo Puig rectificando las acusaciones a Madrid de «dumping» fiscal y renunciando a aligerar la cintura fiscal de sus sus convecinos, él matizaba que, en efecto, no era para tanto porque la reflexión de la gente a la hora de depositar el voto en la urna será sólo ésta: «Soy más rico o más pobre que hace cuatro años, pago a Hacienda más o menos que hace cuatro años».

Es así, pero la revuelta de los barones que naturalmente tiene muy en cuenta estas apreciaciones, parece imparable. Únicamente falta -digo- que se atrevan del todo. La Moncloa -esto es pura información- ha tenido que congelar la tourné de su dios por toda España en vista de que hasta el momento sus magras apariciones públicas no han cosechado más que rechazo. Un periodista especialmente cercano al Gobierno lo contaba así, muy coloquialmente: «Por vía directa o por personajes intermedios, Page, Lambán, Vara y los responsables provinciales han transmitido al jefe del movimiento sanchista que no son capaces de garantizar el éxito de las visitas y que, en consecuencia y, por Dios, por Dios, Sánchez no se arriesgue a que le zurren la badana en cualquier sitio. Así que esa proclama demagógica de ‘vamos a salir a la calle’ se está quedando en agua de borrajas. Con Covid o sin él, Sánchez continuará en el helicóptero o en el Falcon pero nada de echar pie a tierra y mezclarse con el personal. El personal no le soporta».

Pero, ¿hasta qué punto esta algarada baronil o varonil, como quieran, se va a transformar finalmente en rebelión o incluso en revolución endógena? Pues depende de las fechorías que Sánchez perpetre en los próximos tiempos abrazado cómo está a los comunistas y a la peor ralea de España. En las regiones, la militancia no está muy conforme con el cercano indulto a Griñán, no porque sus sentimientos no amparen al delincuente que fue presidente de Andalucía, sino porque tienen testado que en la población en general esa condonación de la pena, que no es otra cosa, causa erisipela en una muchedumbre que de una forma u otra, puede haber tenido cuentas con la Justicia y ha pagado hasta el último día o el último céntimo sus irregularidades penales. Además, y contra lo que el Gobierno pensaba, porque así se lo habían hecho creer sus terminales mediáticas, el comadreo de este Gobierno de los Sánchez y Marlaska con los peores asesinos del país, los criminales de ETA, ha despertado una suerte de repugna que ya se está manifestando en las muestras cualitativas que se están realizando con gran frecuencia. Sánchez mima a los etarras y despenaliza las injurias al Rey, al jefe del Estado.

Para los barones, y eso también lo denuncian en privado y por lo bajini, Franco ya no vende nada y la maldad de Putin la tienen metabolizada, de tal forma que cuando el aún presidente y su coro de cosacos y cosacas del Kazán apelan a los destrozos del presidente ruso como justificante de todas sus desmanes, la gente viene a decir: «Ya están estos otra vez con el latazo». Los barones son conscientes de que ellos han perdido la batalla de los impuestos y no encuentran una percha en la que colgar su gestión. En la última sesión de control en el Congreso de los Diputados era patente el estado de nerviosidad, «de pánico» lo calificaba un periodista, que anidaba en los bancos del PSOE. La funcionaria Calviño ya ni siquiera es capaz de encontrar argumentos renovados para expandir el triunfo de su trabajo y ¡qué decir ya de la incólume Rivera que defiende sus posiciones y su política energética con el mismo énfasis que Laporta puede emplear en cerrar la portería del Real Madrid. Vamos a ver cómo reaparece el aún presidente tras el tardío ataque del maldito virus. No le ayuda nada su Gobierno de sectarios e incapaces y menos aún sus residuos gaseosos y tóxicos de Podemos que están dispuestos a amargarle su postrera estancia en el palacio que ahora okupa. Ya ni Yolanda Díaz acude al Parlamento a pregonar sus bondades. Por lo que corre en el los círculos políticos del país, la gallega está dedicada a convencer a Sánchez de que su inmersión en el PSOE debe cumplir con rapidez todas las etapas ya descritas, pero el todavía presidente -dicen sus corifeos- está reticente en el trance. La rebelión de los barones le pilla al tiempo que engordan las ansias de poder de la baronesa leninista. No gana para sustos el hombre, el aún presidente del Gobierno convaleciente como está del bicho. Bicho contra bicho.

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