De Barbate a Finisterre, pasando por los Goya
Resulta obligado comentar lo sucedido en Barbate el pasado viernes, que ha conmocionado y con razón a la opinión pública, y que hace exigible una investigación rigurosa que aclare las responsabilidades que procedan por lo sucedido, que ha costado la vida a dos guardias civiles y heridas a otros. No es una declaración que pueda ser desoída la de que «el narcotráfico en la zona campa a sus anchas» y «que los narcotraficantes se sienten impunes porque no les pasa nada», pronunciada nada menos que por la fiscal de la zona especializada en la lucha contra la droga.
Las mafias del narcotráfico generan cuantiosas ganancias y fortunas, proporcionales al daño inmenso que provocan en las sociedades que las consumen, que tienen presencia en los gobiernos de los países productores y distribuidores de la droga, principalmente cocaína y hachís cuyo origen es conocido, lo que aporta al caso una dimensión política considerable. En ese contexto, llama la atención que el presidente del Gobierno Sánchez, asistiera risueño y con pajarita a los Premios Goya sin hacer ninguna declaración al respecto.
Por cierto, igual que los protagonistas de la gala, que tuvieron la oportunidad de -cuanto menos- expresar en sus intervenciones alguna solidaridad y proximidad con las familias de quienes acababan de sufrir esa tragedia. Significativo que asistan no pocos progresistas tan exquisitamente uniformados para homenajear a los cineastas y que, sin embargo, consideran propio de burgueses y reaccionarios asistir simplemente con camisa y corbata a las sesiones de las Cortes -Congreso y Senado- donde reside la soberanía nacional y están representados los españoles: cineastas, señoritos, campesinos, ganaderos y pescadores o no, entre otros muchos.
Sentado esto, lo sucedido debe ser situado en el contexto de un país y una sociedad como la nuestra, bajo la crispación creciente y continuada de un Gobierno sometido nada menos que a Puigdemont, un huido de la Justicia autoexiliado en la localidad que fue el histórico final del emperador Napoleón, y cuyo destino le ha exigido a Sánchez que se lo evite.
Con las elecciones autonómicas gallegas el próximo domingo, a esa tragedia con su secuela en los homenajes y funerales por las víctimas, se le intenta colocar una cortina de humo con un off the record, tan público y publicado como inoportuno, vistas sus consecuencias. A estas alturas, matizar o aclarar la posición del PP sobre la amnistía e indultos, resultaba difícilmente necesaria, salvo para el Gobierno, que no ha perdido la oportunidad brindada, aprovechando la imprudencia de una parte y la carencia de deontología profesional por la otra, ya que el PSOE en Galicia ocupa en todas las encuestas -salvo las de Tezanos, claro- una posición marginal. La cual es acrecentada todavía más por su socia gallega y vicepresidenta de Sumar, con su anterior portavoz en el Congreso de candidata a la presidencia de la Xunta, lo que es un espejo en el que debería mirarse el sanchismo gubernamental.
Ante esa posición de marginalidad compartida por la coalición gubernamental sanchista – PSOE y Sumar-, el voto progresista gallego parece buscar refugio en el BNG, que aspira a jugar el papel que ocupan ERC y Bildu es sus respectivas comunidades y, por supuesto, en el Gobierno de la nación, con Sánchez. Por algo son esos sus colegas de coalición electoral para el Parlamento Europeo el próximo 9 de junio. Es decir, que quiere convertir al Finisterre peninsular no ya en una «nacionalidad histórica» constitucional, sino en una «nación con derecho a la autodeterminación» como reivindican sus émulos Junqueras y Otegi, y el también muy progresista Puigdemont. De esa manera, en la suma del sanchismo parlamentario, ante todo y siempre, muy progresista, el BNG no aparecería en esa última plaza con tan sólo un voto , sino con una cuantía ya comparable a los seis o siete votos que aportan sus progresistas socios europeos. Confiamos en el «sentidiño» gallego, y que el domingo próximo día 18, nos conceda la tranquilidad y renovada esperanza de que lo vivido actualmente sea «una mala noche en una mala posada», como escribiera nuestra inmortal Teresa de Ávila.