Aunque Sánchez se vista de socialdemócrata, Sánchez se queda

Aunque Sánchez se vista de socialdemócrata, Sánchez se queda

Es necesario hablar del 40º Congreso Federal del PSOE celebrado este fin de semana en Valencia a mayor gloria de Pedro Sánchez. Es significativo que la imagen del evento haya sido que estuviera arropado por sus predecesores en el partido y en el Gobierno, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero,  cuando ambos apostaron claramente por Susana Díaz cono lideresa en aquellas primarias que, contra todo pronóstico, él ganó tras su traumática defenestración de la Secretaría General por el Comité Federal unos meses antes.

Ahora parece que no se fía de las encuestas del Cistezanos, y hace bien, ya que es una desgracia que haya perdido todo el prestigio y solvencia  técnica acumulada durante largos años, para convertirse en un instrumento al servicio del Gobierno, con barómetros electorales mensuales a la carta, cambiando incluso la metodología y la periodicidad de la serie histórica que era de carácter trimestral y gozaba de reconocido prestigio.

Así, ante el descenso electoral que todas las demás encuestas acreditan, y tras el varapalo del 4M en Madrid, donde Ayuso vapuleó al sanchismo pasando a ser tercera fuerza política, superado por Más Madrid, Sánchez se ha censurado a sí mismo, primero en el Gobierno en julio y ahora en el partido durante su Congreso. La operación de maquillaje político llevada a cabo resulta patente en la lista del nuevo Comité Ejecutivo Federal, del  que lo que han  destacado  es que es «feminista, ¿paritario? -con un 60% de mujeres- y diez años más joven en promedio que el anterior». Con este criterio, el mejor y más capacitado Comité sería ser un jardín de infancia; eso sí, todo él, femenino. Bromas aparte, lo único políticamente significativo es que Fernández Vara asuma la Secretaria de Política autonómica en una aparente ruptura con el sanchismo que llegó al Gobierno y en él se mantiene con unos socios y aliados parlamentarios situados en las antípodas del presidente extremeño.

La cita electoral de 2023 con comicios autonómicos, municipales y generales, con la posibilidad añadida de que vengan precedidos de elecciones anticipadas en Andalucía, Castilla y León y Murcia quizás, ha obligado a Sánchez a reinventarse a mitad de legislatura, para encararlos cerrando filas en el PSOE. La volatilización de Ciudadanos fortalece al PP por el centro, aunque -le guste o no-, tendrá que pactar con Vox para  poder gobernar, mientras Sánchez ve cómo Yolanda Díaz le roba espacio por la izquierda, quedando él en el vacío. Su salida ha sido reivindicar el espacio socialdemócrata, acusando nada menos que a la oposición de «ir contra el sistema».

Escuchar eso de quien está en el Gobierno con los apoyos de separatistas, comunistas y Bildu, da idea del «despiste» que tiene. Se atribuye a Abraham Lincoln la conocida frase de que «se puede engañar a todos durante un tiempo, a algunos todo el tiempo, pero no a todos todo el tiempo». Esto ya le está pasando factura a Sánchez, que ha faltado demasiado a la verdad,  incumpliendo reiteradamente la palabra dada en la que muchas creyeron, y que ahora engordan las filas de ese 95% que «no podrían dormir con Podemos en el Gobierno», por ejemplo.

Va dejando cadáveres políticos por el camino: Pablo Iglesias, Iván Redondo, José Luis Ábalos, Carmen Calvo, etc., y al final resulta que «el rey está desnudo». Solo es cuestión de que alguien se atreva a decirle al César la verdad: Que no se puede ser socialdemócrata gobernando con comunistas y en un país con unos aliados que lo quieren romper. Sánchez ha engañado a muchos durante demasiado tiempo y lleva instalado en el oxímoron de esa contradicción existencial desde que pactó la moción de censura con aquel bloque político que sirvió para desalojar al Gobierno del PP, pero no para gobernar España con él.

«Aunque la mona se vista de socialdemócrata, mona se queda».  El Congreso aclamó a Rubalcaba, que calificó al Gobierno de Sánchez de «Gobierno Frankenstein». Realmente, un PSOE Frankenstein.

 

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