Aulas de la vergüenza: víctimas de la dictadura del catalán

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Es de sobra conocido -la UE ha tenido ocasión de comprobarlo sobre el terreno hace unos días- que la libertad lingüística es una palabra que ha quedado obsoleta en Cataluña, aplastada por una dictadura que no respeta ni el derecho de los niños a recibir al menos un 25% de clases en español. Un apartheid educativo cuyo rostro más siniestro son las llamadas «aulas de acogida», en las que se aíslan a los niños españoles que no hablan catalán junto a alumnos extranjeros a los que les dan clases aceleradas en esta lengua. Los niños españoles comparten espacio con niños que vienen de Marruecos, China o Europa del Este para inmersionarlos en catalán, perdiéndose otras clases importantes, sólo porque el objetivo es que hablen catalán lo antes posible.

Estamos ante un nacionalismo segregador, una discriminación intolerable, porque en realidad las aulas de acogida no acogen a nadie, sino que son  el mecanismo que emplea el independentismo para separar a los niños que no hablan catalán para que sólo estudien ese idioma, apartados en un aula, que va con más retraso en la enseñanza normal. Se les trata como si fueran extranjeros en Cataluña y les llaman nouvinguts, una condena y castigo a todo aquel niño que no hable catalán como los separatistas exigen.

El pretexto de la Generalitat para impulsar estas aulas de acogida acelerada es el de integrar al alumnado recién llegado y procedente de países con diferencias idiomáticas importantes. El plan va dirigido al alumnado extranjero de segundo y tercero de ESO que nunca ha estado matriculado en Cataluña. Eso sobre el papel, porque esas aulas son el lugar donde se agrupan los alumnos españoles que no hablan catalán, a los que se trata en su propio país como si fueran extranjeros y se les impide seguir el ritmo académico del resto. La dictadura del catalán ha llegado al extremo de segregar a los alumnos que sólo hablan español en auténticas aulas de la vergüenza

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