Asomarse a la ventana

Pedro Sánchez
Asomarse a la ventana

Es muy probable que muchos recordemos dos cuentos que, en los ya lejanos años de nuestra infancia, suscitaron las primeras delicias de la lectura. Alicia, después de visitar el país de las maravillas, se metió en un espejo y pudo descubrir todo un mundo al revés. Estos maravillosos relatos de Lewis Carroll nos pueden servir de pretexto o de símil para ilustrar las reflexiones que hoy queremos ofrecer al lector confundido y preocupado por lo que contempla.

En efecto, después de haber disfrutado -con las imperfecciones que se pueden señalar- de la España maravillosa de la transición democrática y de la reconciliación, obra de la voluntad colectiva, ahora no necesitamos, a diferencia de Alicia a través del espejo, atravesar artificio alguno, por simple que fuese, para descubrir el mundo que configura la España de finales de 2022. Nos basta con asomarse a la ventana. La realidad de España está a la vista. Es evidente, salvo que alguien se empecine en no querer verla.

El panorama que se divisa es, por cierto, desolador e increíble. De inmediato aparece la sorpresa. Percibimos, asustados e incrédulos, que ahora aquí todo, por disparatado que pueda parecer, es posible. Caemos en la cuenta de que hemos pasado mucho tiempo despreciando los avisos. Ahora sabemos que, ignorantes, ingenuos y hasta soberbios, hemos echando en saco roto las advertencias acerca de los riesgos que se estaban corriendo. Lo tantas veces aceptado y dado por bueno –aquí no puede pasar ni suceder eso- , no sólo es posible sino que está ya pasando. Nos hemos acostumbrado a toda clase de disparates, sobre todo si los protagonizaba el Gobierno y sus apoyos, sin percatarnos de sus efectos. Desde luego, una cosa es cierta: «Todo lo que está pasando y puede pasar pondrá España en una situación de desgobierno y crisis» (Raúl del Pazo) total. Se ha llegado a hacer realidad, como subraya Jorge Bustos, la profecía de Gil de Biedma: la historia de España es la más triste «porque termina mal».

Parece que nadie se percata de ello. Estamos, hasta cierto punto, distraídos por las celebraciones próximas de la Navidad. Pero, no podemos despistarnos. Como también nos ha alertado Albiac, el proceso sigue adelante. Todo parece indicar que vamos camino del abismo. Ayer mismo, jueves, en sesión plenaria del Congreso, el Gobierno y sus apoyos favorables a la ruptura protagonizaron una jornada trágica. Se rompieron todos los consensos. Se dio alas a la crispación y polarización extremas. Se prendió un fuego que puede resultar incontrolable. Fuego que ha avivado el propio Sánchez con contundencia, agresividad e irresponsabilidad.

No me resisto a transcribir literalmente las palabras incendiarias del portavoz socialista, Felipe Sicilia. Son éstas: «Hace 41 años la derecha ya quiso parar un Pleno y la democracia con tricornios y ahora lo intenta de nuevo con togas (…) La democracia sólo ha estado en peligro con la derecha: en el 36 con un golpe militar, después con Tejero en el 81 y ahora con el PP».

No se extrañen de que quien fuera gran ministro socialista de Cultura con Zapatero, César Antonio Molina, diga hoy mismo, viernes, en las páginas de EL MUNDO, lo siguiente: «Con Sánchez vamos a la disolución de nuestro país. Si ganara las elecciones, habría referéndum por doquier». Y es que, en España, hemos alentado, con manifiesta complicidad, su mal gobierno. O, como dijo en su día el nada conservador George Orwell de la clasista Inglaterra, España también «constituye una familia con los miembros peores en los puestos de mando». La llamada izquierda gubernamental y sus apoyos parlamentarios e incluso, en muchos casos, electorales, padecen una verdadera obsesión, «un miedo paranoico a la alternativa política» (J. Bustos) y han desatado todos los demonios familiares. ¡Vaya panorama!

¿Qué hacer? ¿Cómo evitarlo? Creo, sinceramente, que sólo existe un medio. La solución radica, como sugiere el gran escritor gallego, en evitar que Sánchez gane las próximas elecciones. Y esto lo saben los varones socialistas y su electorado al igual que los líderes de Vox y sus supuestos patriotas. Por eso, un mínimo de inteligencia debiera llevarles, en estos momentos tan complicados y trascendentes, a concentrar el voto en el PP. No hay otra alternativa eficaz frente a Sánchez.

No quiero que nadie, ni de la derecha ni de la izquierda, pueda hacer lo que le venga en gana. Deseo estar gobernando por las mayorías sociales y no por plurales minorías, cuya ideología es absolutamente radical y partidaria de acabar con España. Dicho de otro modo, «pido, como Jorge Bustos, que España expulse a esos demonios./Que la pobreza suba hasta el gobierno./Que sea el hombre el dueño de su historia».

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