Así entiende Bolaños la separación de poderes: que los jueces presionen al PP

Editorial

De este Gobierno cabe esperarse cualquier cosa, hasta que el ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, perejil de todas las salsas agrias, haya tenido la desfachatez de pedirle a los jueces que se revuelvan contra el PP para lograr renovar el CGPJ. La consigna es clara: «Quien pueda hacer algo que lo haga». Resulta que Bolaños reunió, en compañía de su guardia pretoriana en Justicia -Manuel Olmedo, secretario de Estado de Justicia; Alberto Herrera, subsecretario del Ministerio; Sofía Puente, secretaria general para la Innovación y Calidad del Servicio Público de Justicia (y hermana del ministro de Transportes), y Mª Eugenia de la Cera, directora del Gabinete del ministro- al presidente del Tribunal Supremo en funciones, Francisco Marín, y a los presidentes de Sala del Alto Tribunal. Nada que objetar a un encuentro que en circunstancias normales se enmarcaría dentro de lo habitual. Lo insólito fue el papel jugado por el ministro.

Los problemas de falta de jueces en el Supremo por la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial de marzo de 2022 que impide a un Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) en funciones hacer ningún nombramiento marcó el encuentro en el que Bolaños cargó todas las culpas del bloqueo sobre el PP, hasta el punto de pedirles a sus interlocutores que se movilizaran para lograr que los populares dieran su brazo a torcer y pasaran por el aro de los planes del Gobierno. Parece que la mediación del comisario de Justicia de la UE, Didier Reynders, no ha llegado a buen término por sus prisas para abandonar el cargo y la situación seguirá enquistada durante algún tiempo, de modo que Bolaños no ha encontrado mejor solución que pedirle a los máximos responsables del Tribunal Supremo que metan presión al Partido Popular. Esto de tratar de instrumentalizar los poderes del Estado en beneficio del Gobierno no es nuevo, pero que Bolaños no sea capaz siquiera de cubrirse y de guardar las formas es un reflejo de la pulsión totalitaria de un Ejecutivo que no entiende qué es eso de la separación de poderes.

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