El arte de conservar el poder

Pedro Sánchez Maquiavelo

Una de las características que definen a los humanos es su sociabilidad. Como sostenía Aristóteles, no es posible realizarse plenamente como persona si no se convive con el resto. Este principio lleva aparejado la necesidad de organizarse para vivir en común, o como diría el filósofo griego, a ser animales políticos. Un hecho que nos conduce, necesariamente, al concepto de «poder», entendido como la figura o estamento que es capaz de establecer unas normas de convivencia y hacerlas cumplir.

A partir de esta evidencia, se ha ido configurando a lo largo de los siglos un arte para alcanzar ese poder y mantenerlo. Por ejemplo, el pensamiento taoísta de Sun Tzu recomendaba utilizar el engaño, junto al conocimiento propio y de los demás, para vencer en la guerra. O en su caso, Aristófanes prefería la retórica para lograr ese fin.

Sin embargo, fue Nicolás Maquiavelo quien sintetizó en su obra El Príncipe la concepción moderna del ejercicio de la política o ese arte de gobernar que se reducía a conservar el poder, orillando cualquier principio ético, plegando las decisiones y las acciones a la estrategia y a los resultados. Con el vigor del león y la astucia de un zorro, que dictaría el escritor florentino. La historia nos remite a cientos de casos en los que la práctica del poder ha tomado el camino de la fuerza, de la demagogia, del engaño y la traición o del atropello de los códigos morales.

Pero no es la historia la que nos trae a esta reflexión, sino el presente y las circunstancias que hicieron posible que un país haya podido estar gobernado por alguien que pudo acceder al poder traicionado a sus propios compañeros de partido.

Hay que recordar, que el protagonista del artículo al que me refiero, el actual presidente Pedro Sánchez, se alzó con el Gobierno de la Nación tras una moción de censura, basada en argumentos espurios y falaces, acordada con quienes querían destruir la propia Nación. La famosa alianza Frankenstein, que horrorizaba a los acreditados líderes socialistas, y que dejaba en manos de los comunistas de Podemos, los herederos de ETA y los golpistas catalanes la gobernabilidad de España.

Igualmente, se ha mantenido todos estos años al frente del Ejecutivo, radicalizando al Partido Socialista, que ha ido perdiendo la centralidad, al tiempo que levantaba muros contra esa otra media España.

Tampoco podremos negar que, como Maquiavelo aconsejaba a Lorenzo de Medici, busca en la política su beneficio personal. Me atrevería a decir que importándole poco o nada lo que le pueda pasar a los demás, empezando por sus propios compañeros de partido, a quienes obliga a plegarse a sus intereses por encima de sus convicciones, y continuando con el resto de los ciudadanos, con quienes no guarda la más mínima empatía.

Apenas pisa la calle, porque no hay esquina ni rincón de España donde no le regalen con un concierto de pitos y críticas. Y en su normal proceder parece que justificase esa máxima de Maquiavelo de que cualquier medio queda justificado: «En las acciones de los hombres, y particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiende a los resultados. Trate, pues, el príncipe de vencer y conservar el Estado, que los medios siempre serán honorables y loados por todos…» (Nicolás Maquiavelo, El Príncipe).

Cruzadas todas las líneas rojas, el emblema que parece engalanar su divisa es que las órdenes no se cuestionan, se cumplen, aunque eso suponga violentar la Carta Magna que enmarca todo nuestro ordenamiento jurídico.

Otra de las «cualidades» que le adornan a nuestro protagonista, siguiendo las pragmáticas lecciones de Maquiavelo, es rechazar todo atisbo de crítica y, por ende, no dudar en enviar al ostracismo a quien osa discrepar de sus pactos, sus ocurrencias o su nefasta gestión. De esta forma de actuar pueden dar buena cuenta personalidades del socialismo español como Joaquín Leguina o Nicolás Redondo, expulsados de su propia «casa».

No sé si Pedro Sánchez habrá leído a Sun Tzu, a Aristófanes o a Maquiavelo, pero sigue muchos de sus dictados al pie de la letra, comportándose como un león con quienes no le aplauden y entregando lo que haga falta a quienes pueden mantenerle en el poder, aunque eso suponga traicionar al propio país para el que gobierna.

Lo último en Opinión

Últimas noticias