Arrasate tiene razón, pero no toda
En tanto en cuanto no cambie la estructura de la Federación Española de Fútbol, que no lo hará, su sistema clientelar, asambleísta, arcaico y el Comité de Árbitros conforme un cuerpo independiente de Las Rozas y de la Liga, que tampoco lo hará, asistiremos a los lamentables espectáculos que nos vemos obligados a soportar cada semana o menos, los aficionados a este juego que ya no es deporte y cada vez resulta menos espectacular.
Si la jugada de la expulsión de Raíllo en Balaidos se hubiera producido en cualquier encuentro con el Real Madrid o el Barça de por medio, llevaríamos un mes en el que hasta catedráticos de universidad nos adoctrinarían en relación a la sentencia aplicada por el árbitro De Burgos Bengoetxea y sus correligionarios Pizarro Gómez y Del Cerro Grande. Pero Arrasate, el entrenador del Mallorca, tiene razón.
Douvikas no está en posesión del balón, pugna con el capitán visitante que gana la posición y, si, en su salida toca la pelota con la mano cuando ya ha superado al delantero, no aprovechándose de su infracción para hacerlo. En la próxima reunión del famoso Comité de Reglamento de la FIFA deberían aprobar que los futbolistas jueguen con las manos atadas.
Hubo una época en la que Miquel Ballester, letrado de contencioso administrativo y cursado en derecho deportivo, ejerció como asesor jurídico del club y ganó muchísimos recursos. Ni repajolera idea de quién se ocupa en la actualidad de estos asuntos, pero al albur del fracaso, incapacidad o ineficacia para impedir la programación de dos partidos de liga en tres días, el primer de ellos ante el Barça y el segundo un largo desplazamiento, dudo que a alguien se le haya ocurrido siquiera apelar contra la tarjeta roja mostrada ante el infractor que, en efecto, cometió la falta pero en ningún caso era acreedora de la cartulina en cuestión.
Sin embargo no es menos cierto que lo ocurrido no tuvo ninguna incidencia en la victoria olívica, generada a partir de la desastrosa actuación de un Mallorca aferrado a su clasificación si bien muestra síntomas de fragilidad crónica. Sin apenas recursos ofensivos, su otrora firmeza defensiva presenta grietas. Ya hemos abordado la sorpresa que desata su escasísima creatividad pese a disponer de arquitectos como Morlanes y Sergi Darder. En última instancia un sin fin de servicios de derecha a izquierda o viceversa sin avanzar más de diez metros y finalizar con regreso al orígen o un pelotazo en busca de la cabeza de Muriqi o Larin. Pero esta es otra historia y ya se la contaremos; pero no hoy, mañana.