Armengol: sí a la inmigración ilegal, no al turismo
El gobierno social-comunista balear tiene muy clara su hoja de ruta: sí a la inmigración ilegal, no al turismo. Es un mensaje endógeno del Pacte que no trasciende a la opinión pública, pero que se le ha «escapado» a la directora de Turismo del Consell de Mallorca, Lucía Escribano, al afirmar que no están interesados «en turismo de bajo presupuesto del Reino Unido». Aunque luego ha querido volver sobre sus pasos, ya era demasiado tarde. Los tabloides ingleses, como The Mirror, se han cebado en ella.
Baleares fue durante muchos siglos una tierra de pobreza. Con pocos recursos naturales los mallorquines aprendieron a aprovechar todo lo que tenían hasta el último extremo. Así surgió la ensaimada, para no malgastar ni un ápice de la grasa del cerdo. En la década de los 60 todo cambió con la llegada del turismo. Fue un boom que dio lugar a la aparición de los primeros complejos hoteleros y, con ellos, la expansión que ha convertido las islas en un punto clave del Mediterráneo.
El turismo es lo que da de vivir a los ciudadanos de Baleares. En mayor o menor medida todos están enganchados a una rueda que molesta especialmente al Gobierno social-comunista, que prefiere llenar las calles de inmigrantes ilegales -con el consiguiente aumento de la violencia- antes que cuidar la verdadera gallina de los huevos de oro.
La razón es obvia: de igual forma que el PSOE protege la inmersión catalanista en los colegios no sólo para contentar a sus socios nacionalistas, sino también para provocar que el nivel educativo sea cada vez peor -y así los futuros votantes sean más fácilmente manipulables-, también fomenta el efecto llamada con un único objetivo: dar cobijo a futuros votantes de izquierdas, asegurándose una cada vez más amplia cuota de «vulnerables» -así les llama Armengol- que dependan de la ayuda de papá Govern.
«Soy consciente de la masificación turística y del problema que genera», dijo hace pocos días la presidenta del Govern. «La solución es que vengan menos turistas», soltó Armengol en el Parlament el pasado martes, en un panegírico turismofóbico que, lógicamente, ha causado una profunda indignación en el sector.
Para el turismo británico no hay sitio en la isla. Para el turismo en general, cada vez menos, pero para las pateras que día sí y día también desembarcan en nuestras costas, o para los menas que envía desde la península Pedro Sánchez, sí que hay cobijo. Éste es el camino que se ha marcado el Pacte. Un camino hacia el infierno.