Almas en pena

Mallorca
Almas en pena

No es que el Sevilla, urgido por su clasificación, fuera un vendaval aunque apretó fuerte desde el principio, sino que el Mallorca parecía un rebaño de toros mansos rumiando tranquilamente en la dehesa. Los de Sampaoli, dispuestos a comerse la hierba, salieron a ganar por lo civil sin necesidad de hacerlo por lo criminal, mientras los hombres de Javier Aguirre si, los de siempre, pacían a la espera de no se sabe muy bien qué porque apenas lograban salir de las proximidades de su área. Por otra parte, nada muy distinto al planteamiento e imagen ofrecidos en Pamplona y Cádiz.

El técnico argentino estudió al enemigo mejor que el mejicano al suyo. Alguien debió avisarle de la alineación de Augustinsson, bien conocido a orillas del Nervión, una perita en dulce para la velocidad de Jesús Navas y Suso, convertidos en una pesadilla por la banda en la que Kang-in Lee iba a su guerra particular y Nastasic, falto de velocidad, no sabía si atender los recados a ponerse a servir. Contradictoriamente la lata no se abrió por aquel lado, sino por una desacostumbrada falta de concentración de Valjent y sus compañeros de zaga, sorprendidos en línea y posición adelantada. Lo vio Gueye que advirtió el movimiento de En Nesyri al dorsal del eslovaco y practicó un desplazamiento largo que permitió al marroquí batir fácilmente a Rajkovic que, todo hay que decirlo, ya había tenido que lucirse en sendos disparos de Gudelj y Suso y un cabezazo previo del mismo autor del gol.

El agobio derivó en un mal sueño, con el centro del campo totalmente perdido, al que Gudelj se sumaba impunemente para lograr una superioridad técnica y numérica que el cuarteto de la primera trinchera balear no encontraba forma de atajar.

Como ya hemos dicho otras veces, cuando eso ocurre no hay plan B. Era de esperar un cambio de mimbres y conciencia después del café, la ducha, el sermón, la bronca o lo que fuera en el vestuario. Pero no. Sin alternativas, Aguirre no efectuó cambio alguno hasta sobrepasados los 60 minutos. Y para nada. Morlanes dio algunos pases con sentido y Amath, ninguno. Muriqi, la referencia, se limitaba a combinar mal con sus compañeros, cuando caía alguno por su lado, y a ganar por arriba algunos balones directos a los defensas de blanco. Peor aún, los últimos cambios fueron un intento de justificarse a si mismo, Abdón en el minuto 84 por un central, el coreano de lateral izquierdo, Kadewere de estorbo, y un caos solo comparable a los brochazos de un pintor sobre el lienzo que le ha salido mal y acaba en el cubo de la basura.

No hay plan B, no, pero si cara B.

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