Ahora va a resultar que el padre proxeneta de Begoña era un gran ‘progresista sexual’

La izquierda y sus terminales mediáticas han salido en tromba contra Alberto Núñez Feijóo por calificar las saunas del suegro de Pedro Sánchez -el padre de Begoña Gómez- de prostíbulos, tratando de convencer de que dichos negocios eran estrictamente saunas para gays donde se mantenían relaciones sexuales libremente y sin intercambio económico alguno, como si fueran espacios de progreso en una época de fuertes ataduras morales.
No, en las saunas del padre de Begoña Gómez también se ejercía la prostitución, convertida en un negocio en el que hombres -y también mujeres en los burdeles de la familia- ofrecían sus servicios, exactamente lo que ahora pretende combatir el Gobierno de Pedro Sánchez. OKDIARIO ofrece hoy las declaraciones de algunos trabajadores y clientes que confirman que, en efecto, en dichas saunas madrileñas se ejercía la prostitución y que, incluso, se anunciaban con todo lujo de detalles.
Por eso la ley anti-puteros del Gobierno es un supino ejercicio de hipocresía que, aplicado a la figura del presidente, es la apoteosis del cinismo, porque si el Ejecutivo entiende que el negocio de la prostitución es repugnante, Pedro Sánchez se benefició de ese negocio en tanto en cuanto su mujer, Begoña Gómez, obtuvo de su padre un piso en Pozuelo comprado con los beneficios obtenidos en el negocio de las saunas-prostíbulos.
No se trata, en ningún caso, de perderse en disquisiciones morales, sino de poner a Pedro Sánchez ante el espejo de sus propias contradicciones. Porque el debate sobre la prostitución es más viejo que el mundo, pero lo del presidente del Gobierno es una obscena exhibición de doble moral. Ha bastado que el gigantesco escándalo de corrupción que rodea a su partido haya venido envuelto en el zafio comportamiento putero de sus protagonistas para que ahora el Gobierno pretenda acabar con un negocio que a Pedro Sánchez le tiene que resultar, por razones obvias, muy familiar. Feijóo dio en el clavo y retrató el cinismo de Pedro Sánchez. Y ahora, la izquierda rabia.