Ahora resulta que Griñán es un hombre bueno

Ahora resulta que Griñán es un hombre bueno

Como las argumentaciones judiciales no se sostienen porque la sentencia del Supremo es técnicamente insuperable, toda la mafia mediática del PSOE, es decir, los mamporreros de Sánchez, se ha lanzado, tras el pitido de Moncloa, a destacar sin ambages la condición de extrema bondad de José Antonio Griñán que “no se llevó un duro” (Sánchez sic). Curiosamente no han hecho hincapié alguno en la circunstancia de que Chaves también sea un hombre bueno. O no le consideran así o, como no tiene riesgo de irse al trullo, no se han molestado en el menester. No sólo están proclamando que Griñán “es un hombre bueno” sino que, sin despeinarse de cualquier decencia, están proclamado que también es “un hombre honrado”, honesto dice la analfabeta Alegría.

El cronista no tiene las suficientes referencias personales del político condenado para poner en duda esta categoría bondadosa que sus correligionarios -los de antes y los de ahora- aprecian en el susodicho. Siempre en política fue un hombre gris, sin demasiada jerarquía y con escasísima capacidad para el liderazgo que, a la fuerza, le fue endosado. Algunos de los corifeos de la banda sanchista siguen insistiendo, hasta ahora con ningún éxito, en que Griñán realmente no se enteraba de la enorme estafa que estaba perpetrando su Gobierno. Y aquí sí que no caben dudas: o era un irresponsable, o era cómplice o era un idiota. Pues sí: era cómplice, tanto lo era que para un periodista que conocía muy bien los manejos corruptos de aquella Junta de mangantes (recojo el adjetivo que emplea Sánchez para referirse al PP) lo peor que puede decirse de la conducta del penado que literalmente y pidiendo de antemano perdón por la expresión: “No tenía huevos para parar lo que estaba presenciando”.

También aquí cabe el siguiente dilema: o era un imbécil que dejaba hacer para no complicarse la vida o era colaborador necesario en el robo masivo de 680 millones de euros. Desde luego que el Tribunal Supremo no se ha metido a averiguar, para afirmarla o negarla, la condición de dulce benignidad de su investigado. Ha ido a la gran cuestión y ha determinado, sin apaño jurídico alguno, que Griñán -dicho en el lenguaje de la picaresca- es un chorizo. ¿Qué no se llevó en la rapiña un euro de la sisa de sus compañeros de Gobierno y su partido, pues vale, ¿y qué? Lo importante, lo crucial es que, como dirigente administrativo dejó que otros muy cercanos se lo cogieran crudo incluso para gastárselo en rabizas. Él miraba a otro lado porque el dinero robado engrasaba la máquina electoral del partido: el Gobierno de la Junta repartía dividendos y los paniaguados se los quedaban a sabiendas que así se convertían en los mejores agentes políticos y sociales del partido de los “cien años de honradez”. ¡Ja! En el mejor de las explicaciones y yendo a lo acaecido en aquellas épocas de vino y rosas para el PSOE (recuérdese entonces se le llamaba chuscamente “La PSOE”) Griñán no quiso aposta cargarse aquel sistema de saqueo y pillaje por dos razones: porque así compraba votos con mayor desvergüenza que el mítico Romero Robledo y porque así no se enfrentaba con el aparato de arrase socialista en el que reinaba -la memoria es así de cruel- el ahora hombre de Estado, Alfonso Guerra.

Proclaman muchos expertos juristas que “Griñán tiene difícil no entrar en la cárcel”. Discrepo. Desde luego, por un lado, esgrimen la enorme jurisprudencia del Tribunal Constitucional de no impedir el cumplimiento de las penas acordadas aún en el caso de que el reo haya presentado un recurso ante la institución. El motivo que pueden argüir los letrados de los delincuentes son los consabidos “defectos de forma” o incluso “la violación de los derechos fundamentales”, pero estos jurisconsultos responden con una pregunta: “¿Es concebible que todo un Supremo donde trabajan los más importantes técnicos penales del país cometan estas arbitrariedades?” Pues realmente no lo parece, por eso para los abogados de Griñán la visita al Constitucional es más un trámite que otra cosa.

Respecto a la maniobra del indulto esta apreciación: estos días se viene rememorando que, por unanimidad, en febrero de 2017, el Congreso de los Diputados reformó la Gracia del Indulto para prohibir su concesión en delitos de violencia de género y corrupción. Aquel día, un diputado del PSOE salía ufano del hemiciclo y con gran tono amenazante, se expresaba así ante los periodistas (el cronista también estaba allí): «El PP, todos a la cárcel». Es decir que, si se aplica este principio legislativo, a Griñán y a sus ocho colegas condenados por fechorías varias les quedan muy pocos días en libertad. Ahora bien: ¿qué o quién le va a impedir al filibustero Sánchez cargarse esta norma aprobada por el Congreso entero? Pues ahí está la clave: se la va a cargar. De un tipo sin escrúpulos se puede esperar la mayor villanía y esta sería una de las principales. Todavía queda la razón de la edad: ¿Quién lleva a la cárcel a un hombre de 76 años? La contestación es simple: en nuestras prisiones están internadas muchas personas que han cumplido esos años o incluso más. Buceen en la lista y si la Secretaría General de Prisiones por una vez se vuelve transparente, lo podrán comprobar.

Consideración final: es más que probable que el desfalco de Griñán y todos su conmilitones lo tengan que pagar los ciudadanos andaluces y por ende los españoles. Los golfos desde luego que no van a devolver el dinero sustraído, por tanto: ¿es un hombre bueno el que, encima nos va a hacer que tiremos de cartera y sufraguemos sus iniquidades, su malversación, su brutal fraude? La respuesta, a consideración del lector.

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