El abismo que se tragará a UGT y Pepe Álvarez

El abismo que se tragará a UGT y Pepe Álvarez

Pepe Álvarez relevó a Cándido Méndez en la secretaría general de la UGT en 2016 para denunciar la explotación laboral, sofocar los efluvios emanados del franquismo y exigir rentas básicas para que los humanos puedan vegetar como derecho divino. Incluso recuerdo verle reivindicar impuestos para los robots en una entrevista sobre I+D+i a la que Álvarez acudió como avezado experto. Imaginen la cara del lector. La de cualquier emprendedor. Cualquier estudioso de la eficiencia y las cadenas de productividad con la expectativa de toparse con Bill Gates al abrir su tablet y encontrando, sin embargo, la foto del Cachuli de la revolución obrera tomando un carajillo con un casco de obra amarillo. ¡Si parecía un Playmobil marxista recién comprado en la tienda de souvenirs de la mina de Rodiezmo! Y el lector, flipando. Extasiado. Asumiendo que el avance tecnológico viene de la mano de ese sindicalista prejubilado cuya única pericia empresarial demostrada ha sido la de tapar la cleptomanía analfabeta de la UGT con la abnegada lucha por el bien común durante los 26 años que lleva enganchado a la ubre del Estado.

Aunque si nos ponemos a hablar de pechos, obreros e innovación, quizá habría que reconocerle a Pepe Álvarez su visión transgresora en aquella brillante campaña impulsada por la UGT que rebajaba hasta en 1.000 euros el aumento de mamas para nuevas afiliadas. ¿Un sindicato socialista practicando la especulación ultraliberal con las tetas de obreras sindicalizadas? Cirugía estética para disimular la pérdida de representatividad, la extorsión a las empresas, el agotado discurso de odio de clases, y el tercermundismo operativo de un sindicato vertical frenado por el imparable avance de la libre competencia y el desafío global.

Y cuando uno ya no convence por mérito y capacidad sólo queda poner en marcha el chantaje, la coacción y toda la maquinaria de extracción legal de los recursos públicos necesarios para llenar la mochila personal. De ahí las mordidas de UGT y CCOO desde el franquismo por cada expediente de regulación de empleo, mucho más jugoso cuanto más grande es la multinacional a la que Álvarez suele tachar de expoliadora o defraudadora transnacional. La última desvelada por OKDIARIO es Enel, la principal accionista de Endesa en cuyos consejos Pepe se llevaba 1.500 euros por una hora de “trabajo”, o más bien, por no poner en marcha su picadora de extorsión y propaganda callejera contra la matriz de Endesa.

Únicamente Polonia, Estonia y Francia presentan una tasa de sindicalización inferior a la de España, con niveles del 15%, del 8,1% y del 7,6% respectivamente. Resulta comprensible que semejante perdida de músculo en la masa social atemorice tanto a UGT que únicamente pueda apelar a la emoción de un núcleo reducidísimo de gente al que presupone una ínfima capacidad intelectual. Esa es la práctica a la que Álvarez ha  jugado tantas veces al declarar que “cada vez que se quita una subvención a un sindicato, se le priva de un derecho a un trabajador”. Parece que los beneficios de pertenecer a UGT no son tan evidentes, o de lo contrario no sería necesario recurrir al marketing para persuadir de su pertinencia a los pobres obreros confusos y oprimidos. Si tales beneficios se traducen en una vida mejor para el trabajador, ¿cómo es que UGT y CCOO no disfrutan de afiliaciones en masa? ¿Por qué son los únicos sindicatos en toda Europa que sobreviven gracias a la subvención estatal? ¿Cómo es que no acaban con la coacción de sus piquetes frente a las puertas de quienes quieren ejercer su derecho al trabajo? Porque la coerción y la intimidación son las únicas herramientas de quienes parasitan las relaciones laborales del 100% de los españoles mientras representan al 16,8 % de ellos. El 83,2% que hay entre el todo y la nada, es el abismo que ya se ha tragado a Toxo, Méndez. El que se tragará mañana al señor Álvarez.

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