Arnaldo Otegi, la novia de la muerte de Sánchez
Los ministros del Gobierno socialista de España, José Luis Ábalos y Luis Planas estuvieron en la toma de posesión de María Chivite el martes pasado en Pamplona para aplaudir a la nueva presidenta de Navarra y celebrar la “normalidad” y el “diálogo” refiriéndose, evidentemente, a su amancebamiento con EH Bildu. También puso su granito de arena Emiliano García-Page, otro socialista para quien Francisco Franco está acechando en el armario de cada español, y que, sin embargo, es capaz de calificar a los de EH Bildu como “extinta la violencia terrorista», como ocurrió también el martes. Todos reconociendo explícitamente lo que, hasta antes de ayer, negaban los socialistas, sus negociaciones para alcanzar pactos de Gobierno con EH Bildu pese que, hasta el último momento y desde el día posterior a las elecciones ganadas por Navarra Suma, fue Santos Cerdán, el número dos de Ábalos y secretario de organización del PSN hasta que Sánchez le ficha en 2017, quien negoció hasta el último momento con la nueva Batasuna tuneada.
“Normalización” es ese concepto inherente a los ingenieros sociales mengelianos que, como este caso, manda en una organización política dispuesta a tratar a las víctimas del terrorismo etarra como a los monos lobotomizados de las películas de Tim Burton. Normalizándolos para que la sociedad y los familiares de los muertos vean lógico y positivo la equiparación de los asesinados y de los asesinos. El PSOE lleva 16 años en ese camino. Normal hubiera sido que, en lugar de fichar a la batasuna, Itziar Gómez, para su Gobierno con el beneplácito de Ferraz, hubiera tenido la decencia de irse a casa y levantar un proyecto constitucionalista durante los próximos cuatro años con los familiares de los 11 socialistas asesinados por ETA. Si es que queda alguno que no se sienta terriblemente avergonzado y humillado por la marca blanca batasuna en la que se ha convertido el PSN.
Normal hubiera sido que algún varón hubiera levantado la voz contra Eguiguren cuando, el pasado mes de mayo, el ex secretario general del PSE llamó a Josu Ternera “héroe de la retirada”. Normal sería que el engendro aberrante de Navarra se hubiera abortado y que la Fiscalía General del Estado hubiera actuado cuando Arnaldo Otegi, la novia de la muerte de Sánchez, se ufanó ante el foco de todos los medios de que los próximos 250 actos de exaltación del terrorismo transcurrirán con absoluta naturalidad y festividad.
Normalidad sería que el PSOE no pisoteara a la Guardia Civil y al resto de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que suponen 506 de las casi 900 víctimas de ETA habiendo creado una Ley que indemnizará con 150.000 a los batasunos que aseguren haber sido maltratados por las fuerzas policiales. Sobre todo, ante los hechos probados de que en Echari Aranaz se sigue colocando un muñeco vestido de guardia civil para celebrar las fiestas del “tiro al facha”.
Lo ocurrido esta semana en Navarra, y lo que seguirá transcurriendo en los próximos cuatro años, salvo milagro, dista mucho de ser un problema local como pretende hacernos ver Sánchez y la equidistancia grotesca y perezosa de la mayoría de los medios de comunicación. Implica que el partido más votado en España con 7.480.755 votos se ha convertido en la más activa, emblemática, garantista y potente maquinaria en la búsqueda de la máxima impunidad para los crímenes terroristas de toda España.
Una maquinaria más útil para Otegi por su diligente empeñado en construir una sociedad de clientes indecentes capaces de humillar a las víctimas con su indiferencia. Una sociedad que, para recuperar la decencia, debería perseguir que los asesinados recibieran el honor debido por parte de sus instituciones echando, en primer lugar, a la aberración sanchista del Gobierno de España destinada a seguir criando a todos los gilipollas inertes que siguen repitiéndote en la sobremesa del domingo: “ETA ya no existe”.