2014-2024, una década con travesías divergentes

Pedro Sánchez

En pocas semanas del 2014 se produjeron tres hechos que, sin ser del todo intempestivos, sí que resultaron inesperados: la abdicación del Rey Juan Carlos, la consecución de la Champions por el Real Madrid en un momento en que Messi lideraba a un poderoso Barça y la llegada de un inédito Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE. Claramente, no parecía existir una conexión entre esos tres sucesos tan heterogéneos, pero transcurridos diez años vuelven a coincidir en el momento de evaluar sus consecuencias.

Una década después, la perspectiva histórica de un hecho tan relevante como la abdicación real en junio de ese año, nos permite valorar de forma positiva esa decisión del Rey emérito. Sin extravagancias a favor o en contra, la mayoría de observadores objetivos reconocen en el planteamiento al mejor Juan Carlos, el de las grandes decisiones de la transición o del 23-F. Solo algunos rácanos no ven mérito alguno en esa decisión, y alegan que era lo único que podía hacer tras vergonzantes episodios en su actividad personal y en su gestión económica y fiscal. En cualquier caso, la ejecutoria posterior no fue ciertamente tan brillante y tan generosa, y exigió del Rey Felipe VI un desempeño inusualmente modélico que ha permitido recuperar, sino incrementar, el prestigio de la Institución.

Solamente unos días antes de la renuncia real, otra institución coronada, el Real Madrid, conseguía en Lisboa su décima Copa de Europa. Ese logro deportivo, circunscrito al momento en que se produjo, se interpretó únicamente como el resultado de una exitosa campaña en la máxima competición de clubes; pero después de diez años, se puede considerar como el inicio del periodo de reafirmación de la entidad blanca como mejor equipo de fútbol de la historia. Con independencia de la magnífica generación de jugadores (siendo que algunos de ellos han conseguido hasta seis Champions o que el equipo haya contado con varios balones de oro) o de la pericia de los entrenadores (el novato Zidane o el experimentado Ancelotti), es la institución en su conjunto la que se ha convertido en protagonista. El Real Madrid es hoy una entidad deportiva sin parangón que compite contra su propia leyenda y cuyo reto solamente puede ser batir sus propios récords.

También en 2014, Pedro Sánchez era nombrado secretario general del partido socialista, iniciándose, ahora ya hay margen temporal para reconocerlo así, un período convulso de la historia de España. Por una serie de irrepetibles alineamientos en los astros, el poder, primero en el PSOE y después en nuestra nación, recayó en un político más inexperto que perito, más temerario que audaz, y más listo (o listillo) que docto. Los principales atributos de este personaje, además de sufrir el síndrome de Dunning-Kruger, son la falsedad, la amoralidad, la soberbia y la ambición, y por eso, para alcanzar y mantenerse en el poder, no ha habido recato en el sacrificio de la igualdad, la integridad, la soberanía, el Estado de Derecho efectivo o muchos de los valores y principios constitucionales. No es necesario enumerar sus actuaciones que, prácticamente en su totalidad, se corresponden con desafueros, traiciones y mentiras, iniciativas legislativas sectarias y populistas, tratos desiguales y una gestión económica cortoplacista y clientelar.

Pero retomando la analogía de esas tres travesías que se iniciaron en 2014, solamente los dos primeros barcos han llegado a puerto, o por lo menos a buen puerto. La Monarquía Española vuelve a ser la primera de nuestras instituciones, tanto en el ejercicio de sus responsabilidades como en la consideración de la mayoría de los españoles; el Real Madrid acumula, asimismo, títulos, reconocimientos y adhesiones; y ambos son ejemplo de rigor y profesionalidad y dos de los mejores activos de la Marca España. Mientras tanto, Pedro Sánchez ha dirigido al país por mares cada vez más procelosos y son innumerables las vías de agua que ha abierto en el casco constitucional y en las cuadernas legales que lo estructuran.

Y haciendo un análisis prospectivo, los augurios son muy positivos para los primeros y, sin embargo, muy amenazadores para nuestro futuro político. La Monarquía ha asegurado su preservación en la persona de una heredera empática, capaz y formada en conocimientos y valores, y que ya está recogiendo muestras de afecto y lealtad de los españoles. El club madridista ha alcanzado cotas de excelencia en una gestión social, económica y deportiva que llena de orgullo e ilusión a los socios y a la multitud de seguidores que tiene en todo el mundo.

Al contrario, nuestra nave política es gobernada sin más rumbo que el que permite perpetuarse a un capitán que se mantiene a flote dando los palmetazos del ahogado y agarrándose a falsos salvavidas que solo quieren nuestro naufragio.

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