¡Viva la Constitución!

¡Viva la Constitución!

En España no hay costumbre de salir a la calle a reivindicar y defender las cosas buenas de las que disfrutamos ni siquiera cuando estamos en riesgo de perderlo. Pero a veces se dan circunstancias extraordinarias que consiguen movilizarnos; no han pasado tantos años desde que un grupo heterogéneo de hombres y mujeres del País Vasco decidieron unirse para salir a la calle a reivindicarse como ciudadanos con plenos derechos, a defender la Constitución y la democracia. Decidimos salir a reencontrarnos, a sentirnos mayoría y a gritar en contra de quienes querían arrebatarnos ese estatus de ciudadanos libres e iguales. Ese grupo se llamó Basta Ya!  y tuvo tanto éxito que de inmediato nos convertimos en el enemigo a batir por el nacionalismo y por ETA.

No es posible defender la Constitución sin recordar lo que supuso el espíritu de la Transición. Nuestros padres, que sufrieron las consecuencias de la guerra fratricida, forjaron aquel gran pacto para que su historia no se repitiera en sus hijos o en sus nietos.  Su valor y su generosidad nos enseñó a reconocernos como hermanos y buscar el acuerdo sin señalar vencedores o vencidos. Y entendimos que todos los proyectos políticos son respetables y discutibles, con dos únicas condiciones: son ilegítimos todos aquellos proyectos que para triunfar requieran eliminar al adversario o aquellos que sólo puedan tener éxito situándose fuera de la ley.

Quienes desprecian la Transición y lo que ella supuso quisieran borrar de nuestra memoria a todos sus protagonistas porque no soportan la comparación con los políticos de aquella época, con su sentido de Estado, con su preparación, con su amor a España  con su compromiso para construir y mantener la democracia a la democracia.

Recordar cóo se alumbró la Constitución que hoy celebramos  ha de servir también para poner ante el espejo a todos estos políticos mediocres y acomplejados que lo mismo desentierran a Franco que prometen indultos a los golpistas. ¿Se imaginan qué hubiera ocurrido si un ministro de UCD hubiera declarado que era “partidario” de indultar a los golpistas del 23F? ¿Se imaginan qué hubiera ocurrido si el Presidente Calvo Sotelo hubiera recetado como  solución “empatía” con Tejero y los suyos? Me dirán que no es lo mismo. Efectivamente: lo que está ocurriendo ahora en España  es peor; Sánchez y el PSOE han hecho las dos mayores cesiones democráticas que están en su mano:  han reconocido como interlocutores a los sediciosos y a los terroristas y han sellado un gobierno de coalición con un partido político que defiende la demolición de la Constitución, empezando por la figura del Jefe del Estado y continuando por el reconocimiento de la autodeterminación, un “derecho tribal”  que niega al conjunto de los españoles el derecho, este si, de decidir conjuntamente el futuro de nuestro país.

El objetivo de la política democrática no es hacer que unos se sientan más cómodos que otros a base de imponernos a todos sus sentimientos, haciéndolos obligatorios; el objetivo de la democracia no es restañar heridas imaginarias ni ganar retroactivamente guerras del pasado. El objetivo de la Constitución no es dar satisfacción a mitos y emociones que, por muy comprensibles y humanas que sean, van contra los principios de solidaridad, libertad e igualdad sin los cuales no hay democracia ni ciudadanía, sólo tribus enfrentadas y encadenadas a emociones primarias.

Viene esto a cuento porque mañana celebramos el día de la Constitución. Yo lo celebro, si, y no porque la voté sino porque es la Ley que me reconoció como ciudadana tras haber vivido 26 años como súbdita. La celebro y la reivindico porque sé que cuando el orden constitucional está en peligro, también lo está la libertad de todos y cada uno de nosotros. Libertad e igualdad son los valores supremos que debe preservar y cultivar el orden constitucional de la democracia, y estos son precisamente los valores que están poniendo en grave peligro los ataques contra el orden constitucional de la España democrática que vengo señalando.

Es el momento de que los ciudadanos conscientes digamos de nuevo basta ya, como muchos miles dijeron no hace tanto tiempo frente al terrorismo y al nacionalismo obligatorio en el País Vasco. Es el momento de exigir el cese de todo ataque contra la Constitución, y el fin del desacato de los gobiernos a las leyes y sentencias que no les gustan. Es el momento de defender la Constitución señalando claramente a quienes quieren demolerla, a los culpables y a sus cómplices que son igualmente culpables.

Hay momentos en los que nuestra obligación como ciudadanos es salir a la calle para defender las leyes que nos hemos dado, los derechos que hemos conquistado. Las calles son de todos aunque a veces pudiera parecer que solo las ocupan aquellos convocados por quienes más hicieron para destruir la democracia, como Otegi sin ir más lejos que mientras pacta con el PSOE  en Madrid y en Navarra convoca una manifestación en Bilbao en contra de la Constitución. Por cierto que cuando un terrorista te convoca en contra o a favor de algo, si tenías alguna duda al respecto, ya sabes cual es el sitio de la gente decente: siempre en frente

Nuestra libertad está amenazada por quienes creen que pueden dividirnos para acabar con la igualdad y la solidaridad entre nosotros, levantando fronteras artificiosas en nombre de mitos y prejuicios que encubren turbios intereses e impiden la regeneración de la política democrática. La única identidad que importa, la única que merece la pena defender, es la identidad democrática.

Hoy más que nunca es la hora de decir ¡Basta ya de ataques a la democracia!
Hoy más que nunca es la hora de salir a la calle y gritar: Ciudadanos, ¡Viva la Constitución!

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