La mantequería de Madrid que vende los «bollos del cole» típicos de cuando eras pequeño: lleva toda la vida
La mantequería que está abierta desde 1924 y que se encuentra junto a la Plaza Mayor
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Entrar en algunas tiendas del centro de Madrid es como viajar directamente al pasado. No porque hayan sido pensadas para la nostalgia, sino porque simplemente nunca han dejado de ser lo que siempre han sido. En un entorno dominado por franquicias, souvenirs y locales que cambian de nombre cada pocos años, encontrar un comercio que sigue funcionando casi igual que hace un siglo es sin duda, un milagro. Y si además te hablamos de la mantequería de Madrid que vende los bollos del cole típicos de cuando eras pequeño, entonces seguro que te entran ganas de ir a ella de inmediato.
Cruzar las puertas de Mantequería Bermejo, a escasos metros de la Plaza Mayor, es como volver a esos días de infancia en los que corrías hasta la panadería o pastelería de tu barrio a comprar esos bollos y dulces que siempre querías merendar. Basta un vistazo al escaparate para que salte la chispa del recuerdo: bollos enormes, dulces de toda la vida y una escena que remite a la duda que tenías todas la tardes de niño: ¿Qué meriendo? un cuerno, una cuña o una palmera…Ellos todavía los tienen y por este motivo, ahora que las redes sociales lo mueven todo, ésta mantequería que lleva más de 100 años abierta, ha cobrado relevancia y hace que todo el mundo quiera ir a hacerle una foto a su escaparate e interior, y de paso, probar algunas de sus delicias, que además son muchas.
La mantequería de Madrid vende los «bollos del cole»
El cuerno, la cuña o triángulo y la palmera forman una trilogía inseparable para quienes fueron niños en los años 80 y 90. Dulces sencillos, contundentes y artesanos, muy alejados de la bollería industrial que llegaría después. Durante años parecieron desaparecer, arrinconados por nuevos hábitos y productos más procesados. Sin embargo, en los últimos tiempos han regresado con fuerza, impulsados por las redes sociales y por una generación adulta que busca reconectar con sabores de la infancia.
En la Mantequería Bermejo los venden a tres euros y llegan frescos cada día desde un obrador madrileño donde se elaboran de forma artesanal. No los hacen allí mismo, pero sí mantienen el cuidado en el producto y el respeto por una receta que apenas ha cambiado con el tiempo.
Una tienda junto a la Plaza Mayor con más de un siglo de historia
La Mantequería Bermejo se encuentra en la calle Zaragoza número 2, en uno de los alrededores más transitados de la Plaza Mayor. El edificio data de 1845 y ya entonces albergaba un comercio de ultramarinos. La familia Bermejo, procedente de Segovia, abrió esta mantequería en 1924, aunque durante décadas llegaron a tener varios establecimientos repartidos por Madrid en Santa Engracia, Hermosilla, Castelló, Mancebos o la Plaza de la Paja.
Hoy, sin embargo, solo queda esta. Los distintos hermanos que gestionaban los locales se fueron jubilando y las tiendas cerraron poco a poco, hasta quedar este último bastión al frente del cuál está Jesús Bermejo.
Los mejores dulces de tu infancia y a un tamaño increíble
Uno de los motivos del éxito actual de los que muchos llaman los bollos del cole es su tamaño. Son grandes, muy grandes. Más que los de antes, incluso. Jesús lo reconoce con naturalidad: antiguamente eran algo más pequeños, sobre todo los cuernos, pero el pastelero que los elabora ahora prefiere hacerlos así.
Ese tamaño espectacular no pasa desapercibido. Muchos clientes entran casi por sorpresa, atraídos por el escaparate o porque los han visto en redes sociales.
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Quienes más los buscan no son, curiosamente, los más mayores. Jesús lo tiene claro. Los clientes habituales rondan entre los 30 y los 40 años, personas que los comieron de pequeños y ahora regresan por pura memoria gustativa. Los adolescentes, en cambio, suelen preferir la bollería industrial.
Pero junto a lo mencionado Mantequería Bermejo tiene mucho más que ofrecer. El escaparate y el interior parecen un retablo barroco hecho de dulces: rosquillas, bartolillos, magdalenas, perrunillas, pestiños, sobaos, barquillos, miguelitos, caramelos de violeta y un largo etcétera.
Venden mantecados y polvorones incluso en pleno verano, algo que sorprende a muchos clientes, pero que tiene su público fiel. Hay quien asegura que le apetecen más en agosto que en Navidad.
Además, Jesús recorre pueblos y ciudades de toda España seleccionando dulces emblemáticos de cada región. A eso se suman vinos, vermuts, licores y pequeños recuerdos tradicionales, desde muñecas con trajes regionales hasta cajas metálicas con motivos madrileños.
La famosa rueda de dulces, un símbolo de la casa
Y si hay un elemento que define visualmente la tienda es la rueda de dulces del escaparate. Girando sin parar, cargada de productos, es uno de esos detalles que se quedan grabados en la memoria.
No es casual. Las ruedas estaban presentes en todas las mantequerías de la familia desde los años 70 y eran una apuesta arriesgada en su momento. Eran caras y no todo el mundo se animaba a instalarlas. Para los Bermejo, sin embargo, se convirtieron en su sello distintivo.
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