Los Juegos Olímpicos, una guerra Sánchez – Ayuso a la japonesa
Japón está utilizando el asunto de los Juegos Olímpicos como un arma arrojadiza entre sus políticos. A apenas tres meses de que se celebren unas elecciones, el asunto sigue suscitando mucha polémica en un país que tradicionalmente destacó por la elegancia de sus políticos y que ahora ha visto cómo esto se ha convertido en una pelea a navaja entre ellos.
«Esas noticias que llegan (sobre la anulación de los Juegos a última hora) no tienen nada que ver con el deporte, eso es para otra gente, no están dirigidas a nosotros. Aquí hemos venido a competir y nos vamos a aislar de todos esos comentarios», expone el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco a escasas horas del inicio de la competición.
Lo cierto es que declaraciones ha habido por doquier en estas últimas fechas y también posturas muy encontradas en la prensa. El periódico liberal Asahi Shimbun, el segundo más vendido del país, ha sido el más beligerante contra todo el proceso poniendo en jaque al Gobierno de Yoshihide Suga, quien ha visto cómo la publicación que tradicionalmente apoyaba más a su partido –el Liberal Democrático– le ha golpeado seriamente en su imagen por permitir los Juegos. Su respuesta ha sido un discurso ambiguo que convence a pocos, pero que le mantiene en el poder.
A la presión mediática se une que a la gobernadora de Tokio, la ex liberal y ahora independiente Yuriko Koike, también le va la marcha. La política femenina más mediática de Japón se ha mostrado inflexible sobre la celebración del evento impulsándolo al máximo y haciendo caso omiso a las declaraciones de Suga. «Los ciudadanos del mundo ven los Juegos de Tokio como un símbolo de que la humanidad habrá vencido al coronavirus», es su mantra.
Para que hagamos un paralelismo esto es un Pedro Sánchez contra Isabel Díaz Ayuso sobre las medidas que tomar sobre los Juegos. A la política japonesa se le ha criticado mucho por saltarse el protocolo con cierto arte en diferentes situaciones y muchos ven en ella a una futura Primera Ministra.
Suga y su ejecutivo han visto cómo Koike les ha ganado terreno porque las ganas de Juegos están por encima de las amenazas de la pandemia. En este sentido, el Primer Ministro decidió contrarrestar este efecto declarando el jueves y el viernes de antes del evento como días de fiesta nacional para contentar a una población que ha sido empujada sistemáticamente a la crítica hacia el espíritu olímpico.
La medida populista ha podido calmar en cierta medida a unos japoneses que no tienen muchos días de vacaciones al año –para más señas dos semanas– y que se han impregnado de pan y circo para aceptar un evento que va a traer 15.000 millones de euros pese a las restricciones.
Colas interminables y descontrol
Lo más sorprendente de los dos días de vacaciones que dio el Gobierno fue lo que los visitantes olímpicos se encontraron a su llegada a Tokio. Escasos de personal y sobretodo sin personas clave que tomasen las decisiones, las colas se aglutinarion tanto en las terminales de Haneda como Narita con deportistas, directivos y periodistas viéndose obligados a esperar mucho más de lo deseable con retrasos de hasta seis horas.
Este periódico fue testigo in-situ de una situación paradójica en la que sólo con la intervención de la Embajada Española se pudo desencallar. Los japoneses que deben dar el visado de entrada se quedaron totalmente bloqueados ante la ausencia de un jefe que tomase la decisión de dar el OK de acceso al país. El resultado fueron unas colas interminables que terminaron resolviéndose con periodistas nórdicos perdiendo los estribos ante una organización que dejó clara que su prioridad era cogerse los días de fiesta. Veremos qué pasa con la ceremonia de inauguración. Quizá necesiten a voluntarios extranjeros más que nunca.