El albacea de la herencia de Boyer comparte abogada con Isabel Preysler
El reparto de la herencia del ex ministro de Economía Miguel Boyer acabará en los tribunales. Un año y medio después de su muerte, los hijos de su primer matrimonio con la ginecóloga Elena Arnedo, Miguel y Laura, ni siquiera han podido acceder a un inventario de sus bienes.
Cuando acudieron a la lujosa mansión de Puerta de Hierro para levantar acta notarial de estos bienes, Isabel Preysler se negó a ello alegando que «no hay nada que repartir, Miguel llegó sólo con una maleta».
Pese a la oposición de Preysler se ha sumado ahora otra dificultad. En sus últimas voluntades, Miguel Boyer nombró albacea a su hermano menor, Christian, que por tanto será el responsable de vigilar el reparto equitativo de la herencia.
Comparte abogada con Isabel Preysler
Para sorpresa de la familia, durante los últimos meses Christian Boyer se ha convertido en un asiduo de las cenas de la pareja formada por Isabel Preysler y Vargas Llosa, lo que ha incrementado los recelos. Algo que ha hecho que la familia Boyer dude de su imparcialidad a la hora de mediar en la ejecución del testamento.
Pero además, el albacea comparte abogada con la reina del corazón: se trata de la ex juez Purificación Pujol Capilla, autora del libro «Un divorcio elegante o cómo desenamorarse con estilo». La propia Isabel Preysler firma el prólogo de este manual. Nadie podría haberlo hecho mejor.
La pasividad de Christián Boyer, que todavía no ha dado ningún paso para hacer efectivo el reparto de la herencia, ha provocado ya un agrio enfrentamiento con su sobrino, Miguel Boyer Arnedo.
Todo ello ha llevado a los hijos del ex ministro de Felipe González a sopesar la posibilidad de impugnar al albacea y pedir al Juzgado que designe a un administrador encargado de vigilar la ejecución de la herencia.
Las obras de arte de Puerta de Hierro
Como ha informado OKDIARIO, los bienes objeto de litigio podrían incluir la propia mansión de Puerta de Hierro en la que hoy residen Isabel Preysler y el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.
Para edificar el lujoso chalé, Miguel Boyer compró los terrenos al empresario Fernando Fernandez Tapia gracias a los 90 millones de pesetas que obtuvo con la venta de la vivienda de su padre situada en el número 7 de la calle Velázquez. A esta cantidad se sumaron los ingresos obtenidos con la venta de los bajos comerciales del mismo inmueble, situado en una de las zonas más cotizadas de Madrid.
Apenas dos años después, Miguel Boyer obtuvo otros 150 millones con la venta de la vivienda de veraneo de su familia materna, situada en Irún. El ex ministro socialista habría invertido este dinero en la construcción de la vivienda de Puerta de Hierro.
Además, el legado de Miguel Boyer que debe ser objeto de reparto incluye joyas de su familia y una colección de arte que incluye obras de Sorolla, Villegas y Sotomayor.
El «pelotazo» de Gustavo Cisneros
Más difícil es cuantificar la fortuna que reunió el ex ministro socialista durante las últimas décadas. Tras abandonar la política, ocupó la presidencia del Banco Exterior de España y de la Compañía Logística de Hidrocarburos (CLH), así como el consejo de administración de varias sociedades.
Su salida del grupo Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), debido a desavenencias con las hermanas Alicia y Esther Koplowitz, se saldó con una indemnización millonaria. Su patrimonio incluye una importante cartera de valores de distintas empresas.
Mucho antes, la foto de Boyer y Preysler en la cubierta del yate de Gustavo Cisneros difundida por la prensa en 1987 había disparado las especulaciones sobre la posible participación del ex ministro socialista en los negocios del empresario venezolano.
Cisneros había sido uno de los grandes beneficiados por la privatización del imperio Rumasa expropiado por el Gobierno de Felipe González a instancias del propio Miguel Boyer: compró Galerías Preciados por 1.500 millones de pesetas de la época y poco después, en 1988, vendió la cadena de grandes almacenes a una firma británica por 30.600 millones. Fue uno de los grandes «pelotazos» que inauguraron la etapa de escándalos de corrupción del felipismo.