Kiev, una ciudad fantasma a la espera de los tanques rusos
El avance de los tanques rusos hacia la capital ucraniana, el toque de queda, las constantes alarmas antiaéreas y el éxodo de su población han convertido Kiev en una ciudad fantasma.
Nadie en la capital de Ucrania quiere pensar que los rusos pueden tomar la ciudad. Parece una pesadilla hecha realidad. Desde hace siete días los habitantes que decidieron quedarse pese al peligro que corren, deambulan con el terror que supone esperar la entrada de los tanques rusos.
El silencio sepulcral sólo es roto por las sirenas, las campanas de las iglesias y los esporádicos bombazos y disparos que se pueden oír en distintos barrios de la ciudad invadida por última vez hace más de 80 años.
Un paisaje lleno de horror
En Kiev, los habitantes ya sólo salen a la calle para hacer acopio de alimentos. Pocos comercios siguen abiertos, y los que lo hacen no tienen prácticamente alimentos que ofrecer. La desolación es casi total y las necesidades son demasiadas.
En las pocas tiendas abiertas ya hay colas, ya que la gente se prepara para un asedio. Hace días que las estanterías de algunos supermercados céntricos ya estaban vacías y el toque de queda les limita su libertad ya dañada por la invasión rusa.
También está terminantemente prohibido tomar imágenes. A un reportero que apuntó contra una sede oficial se le acercaron dos airados soldados para conminarle a que borrara inmediatamente la imagen.»¡No ayuden al enemigo!», gritó.
La invasión ordenada por Rusia sobre Ucrania ha paralizado prácticamente la vida de un país que, sin embargo, debe seguir respondiendo a las necesidades médicas de su población, especialmente a las emergencias. Los hospitales se han visto obligados a trasladar pacientes a sótanos mientras hacen frente a carencias de bienes básicos como el oxígeno.
Las necesidades de oxígeno han aumentado desde la invasión rusa hasta un 25 por ciento y su temor es que se agote de manera inminente. El Ministerio de Sanidad publicaba el martes en redes sociales una lista de las farmacias donde se podía encontrar insulina y emplazaba a los pacientes a llamar a los establecimientos para comprobar que efectivamente estaban abiertos.
En Kiev la vida está prácticamente paralizada. Las autoridades locales han ordenado que el toque de queda sea totalmente riguroso.
Para los pacientes de los hospitales el sonido de las sirenas antiaéreas forma ya parte del día a día e implica que deben ser trasladados a un refugio de los años 50 que apenas les puede albergar a todos.
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