Jeremy Corbyn: la amenaza de la extrema izquierda en el Reino Unido
El sueño de Pablo Iglesias de ocupar, con su formación, todo el espectro de la izquierda en España podría estar cerca de tener una réplica acelerada en el Reino Unido. Con sus particularidades, el Partido Laborista se enfrenta a la posibilidad de convertirse, al menos por un tiempo, en la versión británica de Podemos o Syriza. Como mitad izquierdista en un sistema abrumadoramente bipartidista a nivel estatal, la situación tiene su particularidad: el principal ‘culpable’, Jeremy Corbyn, podría saltarse algún paso de cara a controlar la izquierda británica desde el próximo 12 de septiembre.
Quién es Jeremy Corbyn: un viejo aspirante aprovecha su momento
Gasto público ilimitado, impuestos sin fin, el ferrocarril nacionalizado, desmantelar el arsenal nuclear y volver a abrir las minas de carbón. En el año 2015, el candidato que pregona esas recetas, súbitamente, se ha convertido en el favorito en las apuestas para liderar un Partido Laborista que busca recuperar la importancia que no ha tenido desde los tiempos de Tony Blair o Gordon Brown.
En realidad, no son precísamente nuevas estas ideas defendidas por Jeremy Corbyn, veteranísimo político (66 años) y miembro del parlamento desde 1983. Ya en su día batalló políticamente perdiendo contra los Mandelson, Blair o Brown, quienes ‘centralizaron’ el ‘Labour’ a través de la ‘tercera vía’ para alcanzar el poder.
Es ahora, al amparo de las corrientes de extrema izquierda que surgen en Europa cuando Corbyn ha conseguido situarse en el centro del debate. Los nombres de Podemos o Syriza suenan con fuerza en las islas e inspiran a parte de una población que lleva tiempo sin conectar con el partido Laborista. Corbyn ha aprovechado esa situación, si bien esos líderes, Blair o Brown, han advertido que, si al electorado británico ya le pareció demasiado escorado a la izquierda Ed Miliband -hundido en las elecciones de mayo de este año-, la opción de Corbyn sería, sencillamente, inelegible por el electorado.
Pero la sola presencia de Jeremy Corbyn como líder de su partido ya sería peligrosa en sí misma, señalan diversos analistas. Más allá del pobre apoyo real con el que Corbyn cuenta entre los miembros del parlamento británico, la posibilidad de abrir una brecha en el interior del partido entre la extrema izquierda y lugares más moderados sería real. Por su parte, señala ‘The Economist’, «sin una oposición fuerte, las facciones que componen el Partido Conservador, una coalición en sí misma, tienden a pelearse entre ellas».
Pese al corto apoyo en miembros del parlamento, apenas superó el aval de apoyos necesario, en favor de la opción de Corbyn juega el sistema de votación que cuenta este año con una curiosa novedad: cualquier persona no afiliada al partido puede apuntarse como «seguidor registrado» por una tarifa de tres libras, lo que le da derecho a votar. De esta forma, Corbyn está pudiendo aprovechar el apoyo de una parte del electorado desencantado y rupturista.
Póker de candidatos
Cuatro candidatos se jugarán la elección el próximo 12 de septiembre. Corbyn se ha convertido en el gran favorito, pero también cuenta el hándicap que supone el sistema de elección, por el cual, los electores -610.000 registrados- deben cumplimentar una papeleta ordenando de primera a cuarta sus elecciones. De no obtener la mayoría absoluta un candidato, se borra al último clasificado y se reparten los votos ‘en segunda opción’. Ahí perdería fuelle la opción de Corbyn y entran en juego los otros candidatos. En el lado contrario del espectro laborista se encuentra Yvette Cooper, la opción más centrista de las posibles y apoyada por el diario ‘The Guardian’, el medio laborista de mayor difusión en el Reino Unido.
Andy Burnham aspira a figurar como la segunda opción de los votantes de Corbyn y ha sido el único candidato que se ha mostrado dispuesto a dialogar y llegar a acuerdos con el aspirante radical, mientras que quien menos opciones tiene de éxito es Liz Kendall, a su vez número dos de Burnham en el área de Sanidad y que aboga por recuperar la credibilidad de su partido en el plano económico.