La historia de la fundadora de la AVT

Vidal-Abarca al Fiscal General tras el asesinato de su marido por ETA: “Si tiene miedo, váyase a su casa”

Ana María Vidal-Abarca
Ana María Vidal-Abarca, impulsora de la AVT. @EFE
María Villardón

«Nevó durante todo el recorrido del cortejo fúnebre. Ana María Vidal-Abarca se abría paso entre los copos tras el féretro de su marido: Jesús Velasco Zuazola. Llevaba en sus manos la boina roja del Cuerpo de Miñones de Álava. Junto a la viuda marchaban sus hijas y detrás, un séquito silencioso de militares uniformados. Los viandantes despejaron las aceras y se refugiaron en los bares. Las ventanas se cerraron al paso de la comitiva. Ya en el cementerio de Santa Isabel, cuando el ataúd reposó en la tumba y la losa comenzó a cubrirlo, la viuda se subió a la parte alta del panteón, tomó aire y gritó: ‘¡Viva España!’».

Así fue el funeral de Velasco, asesinado por ETA en 1980, según el detallado relato de María Jiménez en ‘Ana María Vidal-Abarca. El coraje frente al terror’ (Editorial Catarata). Ese año fue el año en el que ETA perpetró más asesinatos, no obstante, aún estábamos lejos de ver la derrota de la banda terrorista, ya que sería en 2011 cuando ETA anunciara el cese definitivo de las armas y dejara de matar.  Más de 800 familias habían quedado destruidas por el dolor de perder a uno de sus seres queridos a manos de asesinos que lo hacían de peor forma posible: con cobardía y sin posibilidad de defensa.

Con cobardía y sin posibilidad de defensa

Eran las 8.55 horas de la mañana del 10 de enero de 1980 cuando Velasco, que jamás iba con protección, aparcó su Ford en segunda fila para dejar en el colegio de las Ursulinas a sus dos hijas: Inés y Begoña. Sólo 25 minutos antes, según el relato del libro, dos hombres de entre 23 y 25 años habían dado el alto al taxi de Federico Martínez, se subieron al coche, recogieron a un tercer hombre y dijeron al taxista: «Somos de ETA, necesitamos el taxi, bájese y pase a este asiento. No se preocupe, no le pasará nada».

Los tres etarras esperaron a Velasco dentro del coche y, cuando vieron aparecer al jefe de los Miñones con las niñas, dos de ellos salieron del vehículo mientras el tercero pedía al taxista se apeara y se alejara de manera acelerada. Según Martínez, no le dio tiempo a dar la vuelta a la esquina cuando escuchó una ráfaga de disparos. Velasco había sido rodeado por los dos etarras, cada uno de ellos en una puerta: mientras uno disparaba, el otro impedía al jefe de los Miñones salir del coche y poner a salvo, si es que esto hubiera sido posible, su vida. Dos balas impactaron a quemarropa en la cabeza de Velasco, otra en el cuello y dos en el tórax. 

La mayoría de los testigos del asesinato fueron niños. «Un hombre salió al paso de Begoña e Inés, las subió en su coche y las llevó a casa. Probablemente fuera el padre de una compañera de colegio», explican en el libro. De hecho, fueron las propias niñas las que dieron la peor noticia de su vida a su madre: Jesús Velasco había muerto.

Cientos de hijas, padres, esposas o nietos tienen una muesca en el corazón que jamás podrán olvidar, pero la vida sigue, aunque no igual. ¿Qué pasa por la mente de una viuda cuando le han arrebatado la vida a su marido por pertenecer en el un partido político constitucionalista, por ser empresario y no querer pagar el impuesto revolucionario con el que financiar más asesinatos, por ser militar o por ser un agente de Policía o de la Guardia Civil?

Es complicado responder a esta pregunta porque, probablemente, lo primero que nace del interior de un alma destruída es la venganza, el odio o, sencillamente, un dolor que impide seguir adelante. Estos caminos, si nos atenemos al detallado relato del libro, no fueron los que Ana Vidal-Abarca decidió seguir. Ella, a pesar del duelo, de su juventud (41 años) y de quedarse al cargo de cuatro niñas menores de edad, comenzó a organizar, junto a dos mujeres más –Sonsoles Álvarez de Toledo e Isabel O’Shea–, la resistencia pacífica contra el terrorismo en España con la creación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT).

Su objetivo inicial, explican en el libro elaborado en colaboración de la Fundación Víctimas del Terrorismo, era ayudar a las viudas que, tras el asesinato de sus maridos, quedaban en una situación de casi total desamparo. La primera medida que tomaron para localizar a todas estas personas fue hacer uso de los anuncios en los medios de comunicación junto con un apartado de correos. Casi de manera inmediata, estas tres mujeres comenzaron a recibir cartas y a conocer de primera mano cómo la onda expansiva del terrorismo socavaba a centenares de familias.

Vidal-Abarca, con el dolor aún latiendo, tomó enseguida las riendas y viajó a pueblos de media España para asistir a los funerales reclamando en los despachos de cualquier signo político la protección, el derecho a la justicia y el reconocimiento de las víctimas. Según explica Jiménez en el relato, Vidal-Abarca hizo todo eso»con su particular diplomacia de tono suave y discurso contundente que no se tambaleaba ante el poder. Con el tiempo, su labor se revelaría como clave en el despertar de la sociedad contra el terrorismo».

El libro, que es toda una biografía detallada y minuciosa de Ana María Vidal-Abarca, cuenta con decenas de conversaciones con los descendientes de esta valiente mujer y cuenta, además, con las palabras de Ana Velasco Vidal-Abarca, una de las hijas del matrimonio que estaba en Madrid estudiando COU cuando mataron a su padre. «El compromiso, la lucha incansable para que se hiciera justicia a las víctimas del terrorismo dio sentido a su vida y le sirvió para honrar hasta el final la memoria de su marido, de nuestro padre», explica Velasco Vidal-Abarca.

Vidal-Abarca al fiscal general del Estado: «Si tiene miedo y no es capaz, váyase a su casa»

La banda, que hizo suyo el asesinato de manera inminente y a través de un comunicado publicado íntegro en el diario ‘Egin’, explicaba que había matado a Velasco porque «un miembro del Ejército estaba al frente de una institución vasca como es el Cuerpo de Miñones». Tras la publicación del comunicado, según el relato, la viuda de Velasco se personó en el despacho de Juan Manuel Fanjul, Fiscal General del Estado, para pedirle que actuara de oficio ante un comunicado que tildaba de «apología del terrorismo». El Fiscal, según la correspondencia personal de Vidal-Abarca, se excusó diciendo que no tenía gabinete de prensa y que no había leído el comunicado.

«Se comprometió a estudiar el caso y a informarla de su decisión», pero tres meses más tarde, aún no tenía ninguna noticia de Fanjul. La ofensiva de Vidal-Abarca no se hizo esperar y le mandó una misiva especialmente dura: «Como le dije en aquella ocasión, igual que mi marido cumplió con su deber hasta que lo asesinaron, yo pido a cada uno que cumpla con el suyo, y si tiene miedo y no es capaz, váyase a su casa». La fundadora de la AVT no tuvo respuesta de Fanjul, al menos según la correspondencia personal de Vidal-Abarca, aunque ETA logró su objetivo: después de Jesús Velasco ningún militar ha vuelto a estar al frente del Cuerpo de Miñones y Vidal-Abarca, que se instaló en Madrid con sus hijas, jamás regresó al País Vasco.

@MaríaVillardón

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