Los vándalos que han atacado el Prado se victimizan: «Con las manifestaciones no llamamos la atención»
Los activistas que han protagonizado un acto vandálico en el Museo del Prado este sábado aseguran que no tienen otro remedio que ejecutar estos actos violentos para llamar la atención. OKDIARIO habla con ‘Bilbo’ un miembro destacado de Futuro Vegetal que explica que han realizado muchas manifestaciones que no tienen repercusión. Con el pretexto de dejar de consumir carne, cortaron la Vuelta Ciclista, interrumpieron la Velada del Año de Ibai Llanos, tiraron pintura al Ministerio de Agricultura o bloquearon el acceso a Mercabarna. Arrancaron en enero y ya piensan en más protestas.
PREGUNTA: ¿Creéis que tenéis el apoyo de la sociedad cuando hacéis estas protestas violentas?
RESPUESTA: Es muy difícil de decir. Tenemos claro que una inmensa mayoría social apoya tomar medidas contra la crisis climática. Lo dice el Real Instituto Elcano, habla de un apoyo del 80 ó 90%. No sabría decirte hasta qué punto nos apoyan a nosotros como activistas. Pero también entendemos que nuestra función aquí no es ser las más simpáticas de la clase. Intentamos generar el cambio que apoya una mayoría social. Si las instituciones no están dispuestas a implementarlo por las buenas, tendremos que estar haciendo ruido y protestas. Siempre poniendo presión para que las instituciones actúen conforme a lo que demanda la ciudadanía.
P: ¿Valoráis la posibilidad de que la gente diga «estos son unos radicales que con sus formas pierden la razón»?
R: Claro, siempre. Al final este tipo de acciones siempre generan polémica. Puedes convocar una manifestación y no sale en ningún sitio. Cuando hacemos esto sí que se genera un boom mediático, que es lo que aprovechamos. Hay mucha gente que lo critica, por supuesto, y lo entiendo. Pero también hay mucha gente que le encanta, lo comparte y se apunta al movimiento. Es difícil saber si las consecuencias que tienen son positivas o negativas. Desde luego, atraer la atención mediática sí que la atraen. Entonces, como mínimo, eso nos llevamos. Al final el objetivo es que se hable continuamente de crisis climática, si no es imposible.
P: ¿Os deja mal cuerpo ver a las trabajadoras del museo apuradas intentando resolver la situación?
R: A nadie le gusta ver a una persona que está en su trabajo en una situación de tensión, sin saber cómo manejarlo. No les dan medios para manejar estas situaciones poco habituales. Normalmente es un trabajo bastante tranquilo. Ojalá no tuviesen que pasar por ese mal rato, pero estamos haciendo el ejercicio de nuestro derecho a la libertad de expresión, la forma que tenemos de comunicar para que esto de verdad tenga un alcance. Tampoco es tan grave. Por mucho que se agobien, no son más de cinco minutos, hasta que ya llega la Policía y se hace cargo. No tenemos un fetiche con este tipo de acciones. Prefiero estar en mi casa tranquilamente leyendo un buen libro. Si hacemos esto es por el deber moral con las próximas generaciones. No vamos a ir pronto de nuevo al Prado, que se quede tranquilo el director.
P: ¿Las activistas siguen detenidas?
R: Sí. La última noticia que teníamos de ellas es que están detenidas, a la espera de pasar a disposición judicial. Hay un juez de guardia todos los días, pero siendo sábado, lo normal será que sigan así hasta el lunes. Sabemos que estaban bien, que la detención se ha produjo, tras usar disolvente para quitar el pegamento, dentro de la normalidad. Son dos compañeras estudiantes bastante valientes. Confiamos que estén bien.
P: ¿A qué creéis que se enfrentan?
R: Siempre intentamos minimizar los riesgos legales. Alguna compañera que ha estudiado Derecho nos asesora. No queremos que nadie acabe en prisión. Sabemos que si hubiésemos generado algún daño grave al cuadro en sí, podrían ser hasta cuatro años y medio de cárcel. Se contrapone con la impunidad que tienen las grandes corporaciones a la hora de esquilmar nuestros recursos naturales. Lo más grave podría ser una multa por tema de seguridad ciudadana. Un delito de daños sería estrambótico, la pintura que han usado es témpera al agua que se limpia con agua. Toda la acción está diseñada para que no haya un impacto grave. Como sabíamos que no había cristal, no tiramos pintura como pensamos en un primer momento.
P: El alcalde de Madrid ha dicho no son activistas, son indeseables. El ministro de Cultura ha condenado los hechos. ¿Qué les diríais?
R: Nosotros no hacemos esto por gusto. Si de verdad estuviesen preocupados por el bienestar de la población, en lugar de estar haciendo declaraciones, tomarían medidas radicales contra la crisis climática conforme a lo que exige la ciencia. Cuando hagan algo, entonces ya me podrán venir a decir cosas, por favor.
P: ¿Sois próximos a Podemos?
R: No especialmente. Este verano, antes de las elecciones andaluzas, lanzamos pintura en la sede de Por Andalucía (IU y Podemos), VOX, PP y PSOE. Ahora mismo no hay ningún partido que esté afrontando la crisis climática con seriedad.
P: ¿Quién está detrás de este movimiento?, ¿quién lo financia?
R: Nos auto gestionamos casi siempre. Alguna ocasión conseguimos algún donativo mayor de fondos internacionales para activistas climáticos. La mayor parte es nuestro dinero de nuestro trabajo que tenemos como todo el mundo. Si te fijas, estas acciones no son especialmente caras: pegamento, pintura y la entrada al Prado.
P: ¿Los fondos internacionales quien los nutre?
R: Gente de todo tipo. Mucha que le gustaría estar en la calle haciendo desobediencia civil no violenta como nosotras y no puede. Luego estos fondos se redistribuyen. Por ejemplo, aporta el grupo de música Radiohead o el director de la película No mires arriba. Hay gente que tiene dinero y decide apoyar estos movimientos de cambio, sin poner condiciones.
P: ¿Cuál sería vuestro gran objetivo a largo plazo?
R: Nuestra principal exigencia al Gobierno es que termine con las subvenciones a la ganadería y las emplee para promocionar alternativas social y ecológicamente responsables basadas en plantas para afrontar el necesario cambio de sistema alimentario. La ganadería es, con diferencia, el mayor usuario de tierras del planeta y el principal impulsor de la deforestación en el mundo. Es responsable de más emisiones de gases de efectos invernadero que todo el sector del transporte mundial combinado.